QUITO

Por: Lorena Ballesteros

Si hay un camino cargado de historia, misterio y misticismo en Quito, es el Camino de Orellana, aquella estrecha calle empedrada que desemboca en el Camino de los Conquistadores. Las vías llevan estos nombres en alusión a los conquistadores españoles Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, quienes usaron esta ruta para llegar al supuesto País de la Canela y que en su lugar encontraron el Río Amazonas. Sí, esta particular y empedrada vía fue el punto de partida para una de las expediciones más famosas de la historia de Ecuador.

Según la ancestral leyenda, el significado del nombre Guápulo se relaciona con un lugar sagrado. Se dice que en 1696 aquí se dio una aparición de la Virgen María, que según los muchos que la vieron y transmitieron el evento de generación en generación, la imagen se presentó posada sobre una nube en medio de las dos colinas, sobre la hondonada de Guápulo y el camino a las tierras bajas o valles del sol (Tumbaco, Cumbayá, Yaruquí y otros).

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Guápulo alberga casas muy particulares con vistas maravillosas. Por lo general quienes viven allí tienen relación con la vida bohemia. La primera parada para quienes recorren estas calles es, sin duda, el mirador que se encuentra en la parte alta, al inicio del barrio. Desde allí se puede admirar una vista privilegiada de la Iglesia de Guápulo, apreciar el Camino de Orellana, y además comprender el crecimiento de Quito hacia el valle oriental.

Junto al mirador, en una calle sin salida, se encuentra Stubel Suites & Café que además de alojamiento ofrece servicio de cafetería y un bar con una vista sin igual. Merece la pena resaltar que para vivir mágicas experiencias turísticas, Guápulo ofrece más por la noche que durante el día, pues es una zona bohemia, artística y con mucho ambiente que nace al caer la tarde.

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Es por esto que si desea desayunar o almorzar las opciones son limitadas. Stubel, La Terraza de Guápulo y Warmi son de los pocos establecimientos que ofrecen servicio antes de las 18h00. La Terraza ofrece una experiencia distinta, pues se trata de la terraza de una casa que atiende con un servicio de cafetería exquisito. Se sirven desayunos desde las 11h00 y los pancakes o las arepas rellenas de huevo son estelares en el menú. El servicio es muy personalizado e incluso se puede hacer reservaciones para grupos.

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El barrio se mantiene como un tesoro descubierto. Con tan solo bajar por el Camino de Orellana se retiene esa sensación de salir de expedición. El entorno es verde y las casas conservan un tono colonial y tradicional. Es como si de la capital ecuatoriana se desprendiera un pequeño pueblo con personalidad artística, donde conviven personas de diversas clases sociales, pero todas comparten el mismo sentimiento: un gran apego y cariño por Guápulo. Los guapuleños son amables, en su mayoría gente de a pie, de salir a comprar en la tienda y de aislarse de los ajetreos de la capital.

De camino a la iglesia está Rayuela, una tienda de artesanías que es además una casa encantadora. Hay un despliegue de obras de arte elaboradas en madera y otras en papel maché; utensillos de cocina hechos de coco; esencias y jabones, e incluso algunos ingredientes exóticos para gustos culinarios. Allí se ofrecen también clases de cerámica y pintura. Con suerte, si se coincide con horario de clase se puede apreciar a los talleristas moldear alguna figura.

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Hacia las 18h00 el Camino de Orellana comienza a despertar. Sus cafés y bares son famosos, sobre todo para quienes disfrutan de un ambiente místico. En Guápulo no encontrará lujos sino comodidad, arte, música y personajes muy interesantes. Una de las paradas más famosas es el Café Guápulo, ideal para una copa o un café. Incluso dicen que el aroma de la tradicional bebida ecuatoriana, el canelazo, se percibe desde la entrada.

Para los amantes de la pizza, Ananké es el lugar ideal. La hacen en horno de leña y con ingredientes frescos. Otras opciones son La Lagartera y Palo Santo, ambos con el concepto de café bar. La vida nocturna de Guápulo no es eterna. Los bares se apagan algo pasada la media noche.

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¿Qué hacer en Guápulo durante el día? Hay maravillosas opciones, pero la experiencia es más bien para apreciar el paisaje, incluso emprender una aventurada caminata por la calle de piedra hacia la iglesia, pues visitarla es imprescindible.

Sus cúpulas son similares a las de la Catedral que se encuentra en el Centro Histórico, pues pertenecen al mismo período y mismo estilo arquitectónico. Según los franciscanos, esta es una de las mejores reliquias en cuanto a santuarios que ha dejado la Colonia. Fue construida en 1620 y en su interior descansa la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Guadalupe, o Guápulo, y que sirvió como referencia para la de Nuestra Señora de El Cisne y la de El Quinche.

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Lamentablemente, en 1929 hubo un incendio en la iglesia y se perdieron muchas de sus riquezas y objetos de oro y plata. Parte de lo que se rescató fue llevado a la Catedral de Quito. Para reanimar la fe y las visitas al santuario se comenzaron a hacer romerías que hasta la fecha prevalecen y son muy populares, sobre todo en mayo. Para recorridos guiados por la Iglesia se recomienda visitarla de lunes a viernes entre 09h00 y 18h00. Los fines de semana es común que se celebren matrimonios, bautizos y primeras comuniones; que para muchos visitantes también resulta un atractivo per se. Junto a la iglesia se encuentra el antiguo convento, que es donde en la actualidad funciona la Universidad SEK.

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En la plaza de adoquín que sirve de antesala a la Iglesia de Guápulo se exhiben centenarios árboles, un reloj de sol en piedra que está ahí desde 1863, y el monumento en memoria de Francisco Pizarro. A un lado, la Quinta Santa Rosa es residencia de la Embajada de España, y otras fincas importantes de antaño dieron paso a sedes diplomáticas como las de Reino Unido y Bélgica, y a residencias de algunos funcionarios de la Embajada de Alemania. Completan el escenario acogedoras suites que dan cabida a la vida bohemia de talleristas, músicos, escritores, nobles, poetas y locos, que seguirán invitando a todos a ser parte de la bella y envidiable historia que Guápulo emana con su colorida y animada vida.

Si se quiere vivir una experiencia más íntima con el barrio se recomienda visitarlo en septiembre, cuando se celebran sus fiestas y las calles se alegran con música y baile.
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