Tumbaco

Por Daniela Pazmiño

Estamos en el valle de Tumbaco, transitando por un camino de piedra que nos traslada años atrás, cuando caballos y grandes carretas eran las que pasaban por estas rutas hacia las haciendas ubicadas en varias partes de la ciudad. Hoy este camino de piedra nos obliga a reducir la velocidad, detenernos para apreciar el entorno y el paisaje de este conjunto residencial, llamado “La Viña“.

Al seguir por el camino vemos abundante variedad arquitectónica, desde casas tipo hacienda con grandes árboles y mucha vegetación, hasta conjuntos de casas minimalistas, de líneas rectas y amplitud de espacios.

Un gran portón de madera nos recibe para ingresar a la urbanización. La piedra del camino se ve reemplazada por adoquín rojo; avanzamos a la última cuchara del conjunto donde se ubica la residencia diseñada por Lucía Miño Rojas, construida con ladrillo y teja, que por su terminado en paredes nos da la impresión de ser de adobe.

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En el centro está un gran cilindro de piedra que resalta y rompe con la fachada principal de la casa. El área de construcción es de 500m2, dentro de los 1.750m2 de terreno con abundante naturaleza, lo cual embellece el entorno mágicamente. Una de las características principales en fachadas es la madera, magistralmente trabajada por el Arq. Giancarlo Giacometti, al igual que los marcos de las puertas en el interior de la casa.

Unas gradas exteriores de piedra nos guían hacia la puerta principal. La Arq. María José Pérez nos recibe con una gran sonrisa, y nos comenta que esta es la residencia de su hermana, que fue construida en 2003 por Hernán Miño Rojas, con la idea de tener un espacio fuera de la ciudad, algo más tranquilo, que fuera suficiente para sus cuatro hijos.

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El diseño fue un trabajo conjunto en el que se manejaron espacios verdes y áreas interiores según la necesidad familiar. “No es una casa común”, agrega; es una casa donde se nota el vivir diario de la familia, y eso le da mucha personalidad.

Llama nuestra atención el jardín posterior, enmarcado por los grandes vanos de madera de las ventanas, que nos permiten tener la sensación de que el jardín es parte de los cuadros que adornan las paredes de la casa. La decoración conjuga una mezcla de culturas y épocas, resaltan cuadros y pequeñas estatuas de la era colonial quiteña, muebles hindúes y sillones modernos, los cuales rodean la chimenea en la sala principal.

Priman los colores cálidos tanto en el exterior como en el interior del hogar. Y si hablamos de esos espectaculares detalles que se imprimen en la percepción de los visitantes, un candelabro tipo araña rodeado por muebles de madera no pasará desapercibido al ingresar al comedor.

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La cocina es el área central de la casa. Está diseñada como un espacio abierto que se integra con la sala de estar para dar la impresión de ser una misma área, y lo cierto es que esta disposición permite la interacción de quienes están en la cocina con quienes se encuentran en el salón familiar.

En el patio posterior inicia esta agradable charla con María José. Ella nos cuenta que vive con su familia en Charlotte, Estados Unidos, desde hace tres años, cuando decidió realizar su maestría en Diseño Interior en Queen´s University. Actualmente se encuentra trabajando en AI Design Group, uno de los estudios de arquitectura y diseño más grandes de Estados Unidos.

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Desde su visión de arquitecta define su vida en ese país como una experiencia distinta. “Hay muchas opciones, pero también hay limitantes al momento de diseñar, ya que la arquitectura allá sigue siendo muy tradicional y romper con esto es complicado. Poco a poco está cambiando, gracias a que grandes empresas han instalado sus matrices en Charlotte, y familias de varios países se están mudando”. Con la llegada de nuevas costumbres y culturas ha crecido la demanda por grandes edificios comerciales, y aunque la propuesta residencial aún se mantiene en lo tradicional, en algún momento se darán cambios.

Artista, creativa desde muy pequeña. Comenta que en sus tiempos libres dibujaba y pintaba en óleo; diseñaba su ropa y joyas también. En su juventud notó que se desenvolvía en un mundo muy competitivo por lo que decide no estudiar arte, pero busca una profesión que le permita explotar toda su creatividad. Es por esto que inicia con estudios de Diseño Gráfico en La Metro, y al culminarlos siente un gran llamado hacia la arquitectura, la cual años más tarde se convertiría en su pasión absoluta.

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Fue gracias a su mentor, el Arq. Diego Arteta, con quien trabajó la mayor parte de su vida profesional y quién le ayudó a direccionar este amor al arte a través del diseño interior. “Admiro mucho a Diego, porque siempre ha tenido facilidad de adentrarse en los conceptos de grandes obras, hasta en los detalles mínimos”.

Bajo la tutela de Diego ha realizado grandes proyectos como la remodelación de sucursales a nivel nacional del Banco Internacional. El Hotel Mashpi, en el que tuvieron que trabajar muy duro para encontrar el equilibrio entre una arquitectura moderna, donde utilizaron materiales como vidrio, acero y concreto; frente a una vegetación y entorno tan espeso como es la selva. Fue un reto, un proceso muy interesante en donde cada espacio interior, sus muebles y todo lo que este proyecto representa, fue pensado en su totalidad con el objetivo de que el diseño realce la naturaleza del entorno.

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Para María José, diseñar es trasladarse a otra dimensión en donde no existen límites. Constantemente busca hacer algo distinto, único, que siempre vaya de la mano con un concepto. Cuando diseña se inspira en elementos naturales, y en base a esto, crea sensaciones a través de colores, materiales o formas de diseño. Le gusta arriesgarse, por lo que se define como una persona que no tiene un estilo marcado o establecido. “Debes tener la apertura y flexibilidad de moverte según el proyecto, según el cliente, y según la funcionalidad que quieras dar al diseño” menciona.

Ahora que ha regresado por un tiempo a Ecuador, afirma que en los últimos años se evidencia una mejora en tecnologías de la construcción y una mayor variedad de materiales. Según ella, la arquitectura que ahora se realiza aquí responde a las necesidades de los usuarios y existe un poco más de conciencia sobre el entorno de los proyectos. “Podemos hacer cosas nuevas, contemporáneas, sin dejar de lado lo tradicional y lo que nos representa como cultura. No tiene sentido copiar una casa, por que cada ciudad es distinta en su naturaleza, y ese es uno de las determinantes para un buen diseño” comenta.

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Esta casa es un ejemplo de lo dicho. Por donde la miremos o recorramos vemos un sello cultural andino. María José menciona como ejemplo al Arq. Luis Barragán, símbolo de la arquitectura contemporánea, quien a través de sus diseños, colores y materiales, logra resaltar la cultura mexicana en sus obras.

María José, madre de 3 hijos, afirma que en sus tiempos libres continúa pintando. También, manifiesta que pertenece a un grupo de arquitectos que está a favor de la eco-tecnología, buscando constantemente alternativas utilizables en la construcción, materiales que sean amigables con el entorno y los seres humanos. Sin duda en sus planes a largo plazo está regresar a su país, y sin titubeos afirma que somos infinitamente privilegiados de vivir aquí.