Por Lorena Ballesteros
El artista plástico lleva dos vidas entrelazadas. Una que está guiada por su imaginación, por su propia percepción del entorno, por sus anhelos e incluso sus miedos. Otra, en la que esa vida se conjuga con su realidad, sus relaciones personales, sus aspiraciones profesionales… lo cierto es que el artista plástico se entrega y se deja llevar.
El camino artístico de Paula Barragán ha sido colorido, alegre, abstracto y siempre dinámico. Ha incursionado en pintura, grabado, collage, diseño gráfico, y recientemente terminó una obra maestra de escultura. A sus 55 años está en una etapa de madurez artística y con la energía suficiente para seguir volando alto.
Sus alas la llevaron en noviembre hasta la ciudad de Las Vegas para la décimo novena entrega de los Latin Grammy Awards. Meses atrás la ecuatoriana había sido escogida como artista oficial de la entrega. Su ilustración se plasmó en carteles, libros, boletos y otros entregables de esa edición de los Grammy. Este reconocimiento a su trabajo no es poca cosa, la convirtió en la primera ecuatoriana en diseñar la imagen del premio internacional.
Apenas se dio a conocer su nominación la buscaron periodistas nacionales e internacionales. Comenzó una especie de gira de medios y su teléfono no paró de sonar. Solo ahí Paula comprendió la exposición mundial que tendría su trabajo a través del Latin Grammy.
El 2018 ha sido un año importante para su trabajo. Fue seleccionada para participar en el libro El Quiteño, publicación que rinde homenaje a la capital por los 40 años desde su declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Inicialmente se presentaron 600 artistas, de los cuales se seleccionaron 79, y Paula estuvo entre ellos.
Quienes la conocen saben que a pesar de su trayectoria sigue siendo ese ser humano aterrizado en su mundo. De hablar pausado, sonrisa cálida y ojos tremendamente soñadores. Sus días transcurren principalmente en su taller ubicado en una singular casa en el Camino de Orellana, en el sector de Guápulo. Esa propiedad perteneció a Francisco Corcuera, quien le dio el nombre de Villa Emma por su hija. Paula y otra artista compraron la casa y desde hace 12 años es su lugar de trabajo.
Desde su taller tiene una vista impresionante de la iglesia de Guápulo y de la ruta hacia el valle. Ese paisaje contrasta con lo que sucede puertas adentro. Hay estanterías apiladas con libros, obras terminadas, otras por terminar. Es la manifestación del orden en el desorden de una artista.
¿En qué te inspiraste para diseñar la imagen de los Latin Grammys?
En la música. Para mi es algo tan esencial. Tengo sobrino y cuñado músicos. Pensé en cómo crean sus obras. También en lo que transmite la música. Simplemente comenzó a fluir.
¿Qué trajo esa fluidez?
Ritmo, alegría, ganas de bailar. Pensé en que la música tiene notas, silencios, volúmenes, vibraciones. Todo eso se fue traduciendo en luces, sombras y repeticiones.
¿Cuál fue la técnica que utilizaste?
Trabajé en técnica mixta. Es decir que hice un dibujo digital y lo imprimí en alta calidad en un papel 100% de algodón. Sobre esa impresión realicé un collage físico, recortando papel serigrafiado y pegándolo encima. El trabajo final fue a Miami por Fedex y ahora está en el museo de los Latin Grammy en Los Ángeles. El próximo año se celebra la vigésima edición de los premios y habrá una gran exposición con los trabajos gráficos oficiales que promocionaron el evento desde la primera hasta la última entrega. A eso también estoy invitada.
¿Hubo alguna limitación para el diseño?
La única condición fue que debía usar el logo de los Latin Grammy, que es un gramófono. Hice el gramófono a mi estilo para que conjugue, y lo puse en la mitad del diseño. Fue curioso, una vez que estaba ahí me di cuenta de que de ahí tiene que salir todo el ritmo, el ruido de la ilustración. Fue increíble porque se convirtió en una especie de planta. Y eso es la música, una planta trepadora que invade y desborda.
¿Qué sale del gramófono?
Frutos, flores fragantes, bailarines, el sol, la luna, el gallo, instrumentos musicales… elementos que los siento muy latinos y de fiesta.
Más allá del Latin Grammy, tu trayectoria artística te precede. ¿Cómo supiste que querías ser artista?
De chiquita era tímida, un poco retraída. Mis momentos de tranquilidad y seguridad fueron aquellos en los que tuve un lápiz y un papel en la mano. Dibujar era un alivio para mí. Desde niña me empujaron a que explote ese talento. Los veranos iba a las clases de arte en El Ejido y aprendí algunas cosas. El contexto familiar quizá ayudó. Mi papá es arquitecto y escultor. Mi mamá daba clases de cerámica en la casa. Crecí con eso.
¿Y la arquitectura no influyó en ti?
Más me influyó la escultura. Esa faceta de mi padre me marcó. He hecho una sola escultura que la entregué hace poco. Está en el lobby del edificio de una agencia de seguros de vida. Hice un móvil que se llama “Lluvia vegetal” que es la caída de hojas y frutos desde el techo. Caen 17 formas de hojas y frutas que se mueven un poco. Hace alusión al bosque protector, al cuidado de la naturaleza.
¿Cuándo tomaste la decisión de ir profesionalmente por el arte?
Estudié en el Colegio Americano y al graduarme llegó el momento de decidirme por una carrera que fuese afín con el arte. Mi papá coleccionaba afiches y los pegaba en el baño. Ese era mi lugar preferido de la casa. Finalmente me di cuenta de que debía escoger Comunicación Visual. Claro que no me soltaba para crear de manera más libre, pero seguí con clases de pintura, dibujo y grabado. Descubrí que esta última es una técnica que tiene relación con el diseño gráfico.
Estudiaste diseño gráfico hace muchos años, en una época sin computadoras. Me contabas sobre la técnica mixta para la ilustración del Grammy que utiliza dibujo digital. ¿Eso te mantiene vigente?
Me gradúe de la universidad sin computadoras, al año siguiente comenzó esta era tecnológica. Durante mi formación académica nunca tuve contacto con computadoras, pero cerca del año 91 se realizó en Quito la Bienal del Afiche. Participamos con la agencia de mi hermano, en la cual trabajaba, y ganamos el primer premio con mi ilustración. El premio fue un computador.
Y ahí decidiste aprender…
El premio venía con clases incluidas, no tenía opción! Tampoco se me hacía tan fácil, pero en una época trabajé en la ilustración de cuentos para niños en Nueva York. Debía mandar las propuestas por correo electrónico y decidí hacer el boceto en Adobe Ilustrador en lugar de hacerlo manual. Se me fundieron las dos cosas y trabajé mucho en el computador.
¿Todavía trabajas con la agencia?
Ya no voy a la oficina. Soy más libre en cuanto a eso, pero sí hago cosas por encargo. A veces me piden algún logotipo, me gusta hacerlos. Hay años que comienzan lentos y te enseñan que es bueno aprender de todo para sobrevivir. He tenido incluso experiencia en docencia. Un breve paso por la Universidad Católica, talleres en campamentos de verano y otros talleres abiertos.
El 2018 ha sido un año de mucho éxito. ¿El Grammy abrió más puertas?
Hace poco me contactaron del Latincouver, que es un festival cultural de Canadá. Estoy trabajando en una propuesta de afiche para ellos. También ha venido mucha gente nueva a comprar mi obra. El Latin Grammy ha tenido eco.