La vida entre el aire fresco de la serranía, en contraste con el clima cálido de Guayaquil, la ciudad natal de Margie, ha transformado sus hábitos de distintas maneras. Con el paso del tiempo se ha vuelto más creativa, más natural, más libre y más sana.

Es la tercera de cinco hermanas. Por su venas corre sangre libanesa y ecuatoriana, combinación que provoca una sincronía de efectos tradicionales y costumbristas en su forma de ser, que a intervalos se interrumpe con actividades que rompen esquemas en su estilo de vida. Es ingeniera de profesión, chef, instructora de fitness, emprendedora y amante de los viajes en familia.

Su positiva actitud le permitió renacer durante la pandemia, multiplicar sus facetas familiares y laborales, para aprovechar cada día de confinamiento con una nueva ilusión. Reside entre Cumbayá y Cayambe, y con frecuencia viaja a Guayaquil. Activa, productiva y siempre alegre, así es ella.

¿Ingeniera de profesión?

Soy ingeniera industrial, me encantan las fábricas y los procesos, fue una decisión que estuvo tomada desde siempre. Crecí mentalizada de que debía estudiar ingeniería, ser como mi padre que es ingeniero electrónico. FuI muy buena estudiante, disfruté de colaborar con los demás, lo cual no era raro porque crecí en una familia enorme en la que todos hacíamos algo por todos. Mi abuela tenía 14 hermanos, ya se imaginarán el tamaño de las reuniones familiares. En la última estuvimos más de 200 personas.

¿Cuál fue tu primer trabajo?

Recién graduada trabajé en Lan (ahora Latam), como encargada de la Coordinación de Emergencias. Mi responsabilidad era activar un plan de acción  en caso que sucediera algún siniestro con uno de los aviones. Aprendí muchísimo, escribí manuales y procedimientos, participé en simulacros de emergencia y viví algunas activaciones reales, gracias a Dios ninguna catastrófica. Mantuve reuniones con autoriades aeronáuticas y conocí a mucha gente interesante. Fue una enriquecedora experiencia, pero llegó el momento de emprender mi camino.

¿De qué manera?

Con mi esposo, Roberto, iniciamos una pequeña fábrica de embutidos artesanales, sin químicos ni gluten. Para ello viajé a Tucumán, Argentina, donde tomé un curso de embutidos, y con eso arrancamos. Hicimos una pausa cuando tuvimos nuestros hijos y ahora lo estamos retomando, pero desde que nos casamos mantenemos un negocio de carnes maduradas que entregamos a restaurantes de Quito y a varios locales de Guayaquil. La planta de producción se encuentra en Cayambe.

¿Cómo transcurre la vida entre Cumbayá y Cayambe?

Tenemos la semana dividida. Durante el confinamiento pasamos cuatro días en Cayambre y tres en Cumbayá. Disfruto mucho de la ciudad y el campo, soy feliz transformándome en el ir y venir de un lugar al otro. Cumbayá es más práctico, actual y contemporáneo, mientras que la casa de hacienda habla en susurros de la historia familiar de mi esposo. Sus paredes guardan una enorme carga de historia, de tradiciones, y es tan maravillosa que estamos trabajando un proyecto de índole turístico para abrir esta experiencia a visitantes del país y del mundo.

¿Un proyecto turístico ahora que la movilidad está restringida?

Viajar es una de mis pasiones, y creo que lo es de la gran mayoría de la gente, por eso no le pierdo fe a la reactivación turística. La vida pone pausas, como me las puso a mí cuando nacieron mis hijos, y el ritmo de viajes bajó mucho en comparación con la época en la que trabajé en Lan. Durante varios años pasé subida en un avión, bien fuera por reuniones, capacitaciones o vacaciones, y después de ser tan libre me convertí en mamá al 100%. Amo estar con mis hijos, no viajo sin ellos, y cuando sean un poco más grandes volveremos a viajar a mi ritmo.

¿Qué otra actividad te identifica?

La cocina, y al igual que la ingeniería, también me llega por herencia. Mis dos abuelas cocinaban delicioso, una hacía la comida árabe más rica y la otra hacía postres maravillosos. Mi madre, que tiene mucho arte en la cocina, nos enseñó a cocinar desde pequeñas. No a todas nos gustaba, pero aprendimos, y eso me llevó a estudiar gastronomía después de ser ingeniera. Obtuve el título de “Técnica en Cocina Internacional”. Me gustaba tanto que estudiaba en las noches, luego del trabajo. Me apasiona cocinar, es mi escape, me relaja. Lo hago casi a diario, incluso doy clases que, obviamente, ahora son en modo virtual.

¿La cocina es ese espacio especial en tu casa?

Sin duda es lo que inspira mi estilo de vida, que involucra comer alimentos naturales, preparados en casa, con ingredientes reales, con vegetales y frutas frescas, mejor si son orgánicos. Nunca compraré un congelado o comida precocida, disfruto de prepararlo todo desde cero. Este interés por lo orgánico me llevó a desarrollar un emprendimiento tan maravilloso que es a lo que le pongo mucha energía.

¿Cuál es ese emprendimiento?

El mundo en que vivimos cada vez es más exigente en cuanto a volver a lo básico, a comer sano y estar en mejor forma. Esa reflexión nos llevó a crear un huerto de vegetales orgánicos en un área de la hacienda que no había sido sembrada durante mucho tiempo. Esto era ideal, porque para que un producto sea orgánico, lo debes sembrar en tierra que haya estado al menos tres años sin usar. Así comenzamos, y actualmente realizamos entregas de vegetales orgánicos en Quito, cada semana. Nuestros hijos son felices cosechando, y nosotros alimentándolos con vegetales orgánicos.

¿Cuerpo sano, mente sana?

Si con esmero vistes tu cuerpo por fuera, debes darle lo mejor también por dentro. Esa es mi filosofía. No soy extremista, la vida es de equilibrios. Como de todo, lo hago siempre con mesura, cuidando las porciones que es muy importante. Desde pequeña me enseñaron que se puede escatimar en todo, menos en los alimentos que ingieres. Pero la buena alimentación debe ir acompañada de rutinas de ejercicio físico para mantener en equilibrio tu cuerpo y tu mente.

¿Qué actividad física va acorde a tu estilo de vida?

No fue fácil encontrar algo con lo que me identificaba. Tenía 25 años y no encontraba amor por el deporte. Había asistido a varios gimnasios y había tomado varias clases, pero nada me emocionaba. Un día me aventuré a una clase de Pole Dance, ese nuevo deporte que había llamado la atención en Guayaquil, y quedé encantada. Sentí que mi cuerpo se ejercitaba por completo y lo disfruté muchísimo, pero después del nacimiento de mis dos hijos la disponibilidad de tiempo no es la misma, y ya no lo practico con la frecuencia de antes. La vida es de transformaciones, y ser madre es una de ellas, pero no es un limitante, es un paso de adaptabilidad.

¿Adaptabilidad por falta de tiempo libre? Claro. Ser madre elilmina la posibilidad de tener tiempo de uso personal. Los niños pequeños marcan tu agenda, pero en ese proceso de adaptarme a mi maravillosa nueva realidad, encontré otra forma de ejercitarme que podía practicar a mi tiempo y en casa. Se llama Strong. Es un ejercicio de alta intensidad que lo ejectuas a intervalos, al ritmo de la música. No necesitas más que tu propio peso para practicarlo. Me gustó tanto que decidí certificarme como instructora, y así nació otro emprendimiento.

Eres emprendedora por naturaleza…

Lo soy. Todo lo que hago en mi vida lo asumo como un compromiso, y lo comparto con la gente que confía en mí. Con la certificación que obtuve arranqué @fitness.margie en Instagram. Es un gimnasio virtual en el que me encuentro con mujeres para divertirnos ejercitando nuestros cuerpos. Hemos pasado esta cuarentena con clases online.

¿Cómo es la dinámica de tu día a día?

Agotadora. Por fortuna no puedo estar quieta, mis padres me decían “conejito energizer”, porque desde pequeña nunca paraba, y sigo igual. Me levanto muy temprano, con mis hijos, a las 6h00. Preparo el desayuno, la mayoría de días horneo a primera hora el pan que he dejado leudando la noche anterior, y luego nos sentamos todos en la mesa. Es un momento mágico. Mientras doy clases online, mi esposo cuida a los bebes. Luego él trabaja online y yo me encargo de los niños, de arreglar la casa, la ropa, planear actividades y juegos. Hay momentos controlados de televisión o tablet, normalmente mientras cocino o trabajo.

¿Fue complicada la vida durante la pandemia?

En estos duros momentos hay que aprovecharlos para disfrutar de la valiosísima oportunidad que tenemos de poder estar en casa, disfrutando los espacios que con mucho cariño hemos creado. Este es nuestro hogar, el cobijo de nuestras familias, el lugar donde disfrutamos de las cosas más sencillas de la vida. Todos queremos que pase esta pandemia, pero es innegable que se nos ha regalado un espacio para valorar la calidad de ciertos momentos que difícilmente se repetirán. Hay que agradecer si la familia está unida y con buena salud.

¿Cuál es tu lema en la vida?

Soy creyente, confío en Dios, me esfuerzo y trabajo por lograr mis sueños. Pienso que los límites son autoimpuestos y hay que superarlos, dar vuelta a las ideas que tenemos, y no dudar en hacerlas realidad.