Una balsa sobre el Río Napo en el Yasuní.

Personajes de la talla de Ivonne Baki no requieren introducción ni presentación. Su trayectoria deja huella en distintos capítulos de nuestra reciente historia, y el camino aún continúa con importantes retos. Su origen libanés marca parte de su personalidad, su lado ecuatoriano, la otra. Fusión de dos mundos que se expresan con honestidad en cada palabra y en cada gesto.

Elocuente en su conversación, descriptiva hasta el detalle, segura en sus conceptos, intensa en sus afirmaciones, transparente en sus creencias. Así es Ivonne, con quien tuve el gusto de conversar sobre una gran variedad de temas que decantaron en su última pasión: Yasuní.

El mundo es tu hogar, pero ¿donde naciste?
A veces me pregunto a dónde pertenezco, y lo dudo… Mis padres son libaneses y yo nací en Guayaquil. Mi esposo es libanés, lo conocí cuando fui a Líbano por regalo de mis 15 años, y choqué su auto. Me enamoré inmediatamente y nos casamos un tiempo después. Mis tres hijos nacieron en Beirut durante la guerra, bajo las bombas. Mi vida cambió para siempre.
¿En qué sentido?
Aprendí a vivir el momento, a entregarme a mis ideales con pasión y decisión, y ejecutar cualquier proyecto sin demora, sabía que un segundo más tarde podía terminar todo. Cuando ves que en nombre de la religión se matan entre hermanos y no puedes hacer nada al respecto, te obligas a ser firme en tus convicciones y luchar por lo que crees correcto. Los odios generados por la religión y las imágenes de la guerra quedan marcados para siempre.
¿Eres católica o musulmana?
Yo creo en Dios, pero llegó un momento en la guerra en el que ya no creía en ninguna religión. No entendía cómo podía tener ese poder, ese control sobre sus seguidores, al extremo de dividirlos y crear odios irreparables entre ellos. La religión debe fomentar amor, creación, vida. En un momento dado, ni mis hijos ni yo creíamos en nada. Hasta que llegué a Líbano no sabía que había otras religiones aparte de la Católica, y me preguntaban cuál era mi religión.

¿Qué contestabas?
Ante la incertidumbre que tenía, le pregunté a mi padre. Me dijo que mi religión es lo que soy, lo que siento, lo que está dentro de mí. En el momento más duro de la guerra pinté un cuadro que se llama Alá, que estuvo mucho tiempo exhibido en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Tiene escrituras árabes y en la mitad está Dios. Lo que quise expresar es que Dios debe estar dentro de nosotros, en cada persona, porque nosotros somos nuestras creencias.
¿Cómo ves el futuro de la religión Católica considerando la polémica en la que se encuentran sus principales representantes?
Creo que todas las religiones están pasando por momentos muy difíciles. Hay que empezar nuevamente, analizar la razón de ser de las religiones. La humanidad necesita creer en algo y por eso buscamos participar de creencias que convocan a multitudes, pero algo se perdió en el camino cuando, en nombre de la religión, se cometen atrocidades. Hay que volver al origen, y ese origen es el ser humano en su forma interior, en su espiritualidad.
¿Tus hijos son bautizados?
No son bautizados, ni siquiera preguntan sobre el tema. Nacieron en Líbano y su padre pertenece a la religión Drusa. Esta religión es muy filosófica, muy interesante y tuve que aprenderla desde cero porque mientras viví en Ecuador no sabía de su existencia.
Cree en la reencarnación, considera al matrimonio como sagrado pero permite el divorcio porque lo considera una solución ante las circunstancias, mas no ante Dios, por lo que impone la condición de que jamás te vuelvas a juntar con la persona de la que te divorcias. No tiene nada que ver con la religión musulmana, por ejemplo, no puedes tener varias esposas.
¿Pintas con frecuencia?
Dejé de pintar hace casi 20 años. Lo hacía para expresar con arte lo que no podía decir con palabras. Un cuadro que tengo en casa estuvo en el Museo de la Mujer, en Washington, por muchísimos años. Representa la unión de religiones, que es lo único que nos llevará a la paz. Paz no es solamente la ausencia de violencia, es inclusión, es eliminación de pobreza, es dar trabajo digno, es aceptación como ser humano.
¿Tus cuadros tienen algún simbolismo?
Varias. La mujer es símbolo de paz y representa un rol importante para conseguirla; el caballo es libertad y amor incondicional. Tengo un cuadro donde he pintado a cinco mujeres, cada una representa uno de los sentidos, y hay una sexta figura femenina, sin rostro, que representa nuestro sexto sentido, ese que lo llevamos en el alma y se llama “La Luz del Amor Eterno”.
¿Tu sexto sentido funciona?
El papel que desempeñamos las mujeres es demasiado importante. Siempre he mantenido que las negociaciones fracasan cuando no hay mujeres involucradas, porque a través de ese sexto sentido sentimos las cosas antes de que sucedan, sabemos lo que está pasando. La mujer es el balance, es la reguladora de la humanidad.
¿Esa búsqueda de paz te llevó a involucrarte en las negociaciones entre Ecuador y Perú?
Definitivamente me motivó. Estuve casi 10 años en la Universidad de Harvard, y en 1995, cuando empezó la Guerra del Cenepa, yo formaba parte de un grupo de Conflict Management, en Boston, liderado por Roger Fisher. El Presidente Sixto Durán Ballén me llamó para que lo pusiera en contacto con Roger, quien estaba precisamente cenando conmigo, por lo que le pasé el teléfono inmediatamente. El Presidente necesitaba una estrategia, y a todos en el equipo de Conflict Management nos tomó tres días acudir a su llamado.
¿Cuál fue la estrategia?
Inicialmente, conversar con todos los grupos de poder en Ecuador y hacer lo mismo en Perú para lograr una visión global del asunto. Yo participé en Ecuador, pero no viajé a Perú porque era ecuatoriana, y estábamos en guerra. La estrategia que Roger aplicó fue intercambiar lugares, es decir, por un momento los peruanos se convertían en ecuatorianos y viceversa. Esto logró que todos veamos el problema desde una perspectiva diferente. Los peruanos no fueron educados pensando que Ecuador era su enemigo, como los ecuatorianos. La negociación fue impresionante y esto marcó mi inicio en una actividad matizada con tintes políticos.
¿Ese rol lo desempeñaste también con el Presidente Mahuad?
Sí, pero la condición que impusimos para apoyar su campaña política fue que lo primero que haría sería firmar la paz con Perú, y lo hizo.
¿Disfrutas de la política?
Hacer política significa servir a la gente, a la humanidad, hacer algo para mejorar su calidad de vida. Siempre me preguntan si participaré en otras elecciones, la respuesta es que después de haber vivido una guerra no planifico nada a largo plazo. Prefiero las cosas en las que puedo trabajar inmediatamente. No sé qué pasará mañana, lo cual no quiere decir que no lo piense o lo planifique, sí pienso en el futuro, pero estoy enfocada en el presente, en el momento.
Estás en continua peregrinación despertando consciencias en el mundo entero, ¿en qué idioma te comunicas?
Ventajosamente hablo seis idiomas. Español, inglés, árabe, francés, alemán e italiano, además algo de ruso que por no practicarlo se me ha olvidado. Lograr comunicarme con la gente en casi todo el mundo hace que donde quiera que esté, me sienta parte y me acojan de la misma manera. Para entender las diferentes culturas hay que estudiar su idioma, su historia, arte, literatura, poesía, música. Todos los seres humanos estamos interconectados, y cualquier cosa que pase en el último rincón del mundo, nos afecta a todos.
¿Cómo te involucras con el proyecto Yasuní?
Por mi intervención en las negociaciones de paz entre Ecuador y Perú, el Presidente Rafael Correa sabía que yo conocía la región oriental y pienso que eso lo llevó a pensar en mí para gestionar los fondos para Yasuní. La verdad es que yo había estado en la región oriental, pero no precisamente en Yasuní. Fue mi hijo Faisal quien insistió en que viajáramos allá para verlo de primera mano antes de tomar una decisión. Él me conoce como pocos, y sabe que mi pasión y entrega surgen cuando estoy convencida de lo que hago, sólo así logro convencer a los demás.
¿Fuiste con Faisal a Yasuní?
Lo hicimos inmediatamente. El día que llegamos había mal clima y no pudimos avanzar hasta Yasuní. Nunca me imaginé que esa noche, por segunda vez, algo sucedería que cambiaría mi vida. Llegué a un lugar mágico, que es vida pura, es naturaleza, es el milagro de la creación. Ahí crees en Dios, porque sólo Él es capaz de semejante obra. En mitad de la selva esperé una noche oscura, pero hubo un millón de lucecitas a mi alrededor que brotaban de la naturaleza: las luciérnagas. Había luna llena, el cielo estaba estrellado; el sonido del viento, de los árboles y los animales entonó el más elocuente concierto de música que he escuchado jamás, y todo provenía de la naturaleza.
Impactante…
Faisal grabó los sonidos, y al día siguiente me puso la grabación. Lo escuchamos juntos, sonaba a una orquesta sinfónica ejecutando tonalidades nunca escuchadas en sincronizada armonía. Yasuní es un laboratorio natural, es un SPA (salud per aquam) que realmente significa aguas que procuran una salud en sintonía del cuerpo con la mente. Es un silencio que se rompe con sonidos naturales e irradia una fuerza increíble. El aire puro te da vida. En tu interior sientes que así empezó el mundo, que ahí empezó, que ésta es la única realidad.
Evidentemente tu decisión fue positiva…
Así fue. Fui nombrada a inicios del año 2010, y el fideicomiso se creó con la ONU a finales de agosto. En el 2011 se creó el Directorio, conformado por una mujer guaraní, un hombre quichua, representantes de los países contribuyentes (Italia y España), y por el Gobierno de Ecuador está un representante de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades).
¿Por qué Senplades?
Porque el capital que ingresa se destina a la ejecución de proyectos de energía renovable y es en Senplades donde se generan estos proyectos. También están directamente involucrados el Ministerio de Sectores Estratégicos, por obvias razones; y el Ministerio de Patrimonio porque la biósfera ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad. El fideicomiso lo maneja la ONU y es administrado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El minucioso trabajo realizado no fue en vano, pues estábamos creando uno de los fideicomisos más importantes jamás implementados.
¿Qué tiene de particular el fideicomiso?
Los fondos que la ONU había creado son “Multi Donantes” y tienen como objetivo obtener recursos disponibles para ayudar en casos de desastres naturales, por ejemplo Haití después del terremoto, o Afganistán para la reconstrucción post guerra. Nuestro fideicomiso se llama “Multi Partners”, porque los aportantes se convierten en socios del proyecto Yasuní y el dinero es utilizado para prevenir el deterioro del planeta.
¿Acción en lugar de reacción?
Eres la primera persona que lo entiende así y estás acertadísima. Hay gente que dice que dejar el petróleo bajo tierra es no actuar, cuando esa es verdaderamente la acción que se debe tomar. Es el único camino para salvaguardar el planeta y cuidarlo a través de la prevención. Esta “acción” evitará que más tarde tengamos que “reaccionar” ante desastres naturales causados por el calentamiento global y la sobreexplotación de los recursos naturales. Hemos llegado al punto en que una botella con agua, que debería ser gratis, es más cara que una botella con petróleo. La consecuencia es que en el mundo no faltará petróleo, faltará agua y oxígeno que son dos elementos que tenemos en grandes cantidades en nuestra Amazonía.
¿El concepto es un fondo preventivo más que correctivo?
Exactamente. Este modelo es único en el mundo. Nuestro objetivo es despertar consciencias comunicando al mundo que es el momento de actuar para subsanar el calentamiento global, reduciendo o evitando las emisiones que deterioran el aire que respiramos.
Muchos podrán pensar que es una actitud romántica. ¿Qué dicen los científicos?
Son los más fervientes impulsadores del proyecto Yasuní. Sostienen que si algo tiene posibilidad de regular el cambio climático es precisamente nuestra Amazonía, porque es el lugar que más alta diversidad tiene en el mundo, y donde aún queda algo de bosques primarios. Esos últimos bosques primarios existentes están en Yasuní.