Hablar de sostenibilidad es fascinante. Mientras más se adentra uno, más aspectos relacionados encuentra. La lista de organizaciones que se dedican a ello es infinita. Unas más que otras, van asentando esta filosofía de vida en la mente de la población mundial.

Las palabras de los expertos, con las que no puedo medirme, están en las páginas de esta edición. Las mías, que están en estas líneas, son el mero resultado de reflexiones de estos días en los que mi apertura mental se entrelazó con la emocional, llevándome a analizar otros ángulos de sostenibilidad.

Todo empezó con mi entrevista a Estéfani Espín, admirable mujer que da ejemplo de una sostenibilidad tan compleja que parecería imposible de lograr: la emocional, aquella que no deja huella de carbono pero marca el corazón a perpetuidad, aquella que define nuestra actitud ante la vida y que, mal cuidada, desborda sensaciones negativas que perjudican el entorno. Partiendo de ahí hice una pausa y miré hacia los cuatro costados.

Las prisas en la vida nos han llevado a valorar aquello que se puede determinar físicamente: contaminación, impacto ambiental, recursos naturales, retorno de inversión o dinero en la cuenta. Válido, sin duda, es medir lo que estamos haciendo bien, o mal, para tomar correctivos. El gravísimo problema de la sociedad actual es que las prisas mandan sobre las pausas, y es ahí donde estamos equivocando el camino.

Si las pausas nos permiten disfrutar el color de las flores, no dudaríamos en reponerlas cuando se marchitan. Si el sol nos regalaría solo su calor sin la peligrosa radiación, uno a uno actuaríamos para encontrar la manera de no dañar la capa de ozono. Si valoramos la frescura del agua cuidaremos nuestros ríos y mares, y si las pausas en los trayectos cotidianos nos alegran, nos preocuparíamos más por proteger los paisajes.

Así, con pausas, uno a uno sumaríamos nuestro granito de arena para aportar a los monumentales esfuerzos de constructores y proveedores de materiales en su camino hacia la sostenibilidad. Porque esto, más que un tema de medir es un tema de valorar. Automáticamente, casi instintivamente, cuidaremos aquello que nos sostiene emocionalmente, porque de emociones y sentimientos está hecha la autenticidad del ser humano y el futuro de la humanidad.

Que las prisas nos hagan eficientes y las pausas nos permitan ser sosteniblemente felices.

Hasta la próxima!