Si buscas un cambio de panorama radical, la mejor opción es ir a la selva. La experiencia se convierte en una vivencia única que permite al visitante salir de la cotidianidad y darse un descanso en el exótico mundo amazónico.

La Cascada de Latas es un paseo recomendado para todos los niveles de aventura. De hecho, es uno de esos paseos aptos para realizar con toda la familia, niños pequeños, adolecentes y adultos. Se encuentra a 12 kilómetros del Tena en la Vía a Puerto Misahuallí. El ingreso se lo hace a pie por el costado izquierdo de la carretera y tiene un costo de $2 dólares por persona. Si hay suerte, uno de los perros del lugar hará de grata escolta durante la travesía.

Una vez pagada la entrada empieza la caminata, bordeando un río cuyo trayecto depende de la formación de las rocas. Su cauce se transformó con el tiempo por el recorrido del agua, formando toboganes naturales en ciertas zonas, mientras que en otras se encuentran pequeñas piscinas naturales.

La primera cascada tiene una altura de tres metros, que si bien no es el destino final, cumple su propósito de prepararnos para lo que veremos más adelante. De todas formas, el paisaje del camino es tan impactante como la cascada que nos espera. La selva nos atrapa. Vamos despacio, con calma, observando donde pisamos, sorteando árboles, ramas y piedras gigantes que van a la par con el río, mientras los únicos sonidos que escuchamos son el pasar del agua y el de los animales cuya casa estamos visitando. Animales que no vemos, pero que sentimos que acompañan nuestro recorrido. Nos encontramos con insectos que parecen de otro mundo. Son grandes y de colores tan vívidos que nos hacen cuestionar su venenosidad, pero más que nada, nos deslumbran con su belleza y particularidad.

Seguimos por el sendero natural saltando entre rocas, retando nuestra propia habilidad para enfrentar dificultades, y cruzamos el río a la orilla opuesta. Si mantenemos un ritmo constante, sin exagerar el paso, y las condiciones climáticas son buenas, no toma más de una hora llegar a nuestro destino. El sonido de la cascada aumenta mientras más cerca estamos. De repente el sendero queda atrás y se despliega ante nosotros un espectáculo natural.

A nuestros pies está una piscina natural formada por el agua de la cascada que cae a 10 metros de altura. Estamos rodeados de paredes de piedra que intensifican la magnitud del lugar; parados sobre rocas gigantes que determinan el camino de las aguas cuesta abajo. La cascada permanece en movimiento constante, mientras vamos descubriendo la selva que la acoge en todas sus direcciones. La energía nos invade aún antes de sentir la fuerza del agua.

La experiencia de entrar en la piscina natural o pararse bajo uno de los chorros de la cascada es casi indescriptible. El agua es fría, de una frialdad necesaria, y la energía que recibimos nos recuerda la razón por la cual visitamos este lugar escondido en la selva amazónica.

RECOMENDACIONES

Se recomienda ir temprano para lograr una experiencia privada en la selva y esquivar el calor intenso del medio día, usando ropa cómoda -adecuada para un clima de 25°C aproximadamente- y buenos zapatos, ya que algunas partes del trayecto pueden estar resbalosas. Es ideal llevar una mochila con lo esencial: agua, repelente, y una toalla que será muy útil después del baño en la cascada.

Si se toma en cuenta la caminata de ida y regreso, más el tiempo que invertimos en admirar la belleza natural y disfrutar del agua de la cascada, el paseo tomará alrededor de tres horas.

No es necesario contratar un guía, pero si la intención es aprovechar al máximo la experiencia y aprender sobre la fauna y flora de la zona, plantas medicinales incluidas, es preferible contratar un servicio turístico donde además se encargan del transporte, guía y almuerzo.