Por: Caridad Vela
Junio – Julio, 2012
La más alta ejecutiva de Claro en Quito nos recibe en su nueva casa en Lumbisí. Sorprende verla fuera de la adrenalina laboral, entregada a un envidiable entorno lleno de luz natural y rodeada de mucho verde. Esta es su vida privada, donde cada noche se refugia junto a su familia, al calor del hogar.

Edgar Andrade, su marido, es Gerente Comercial de Lan Ecuador. La vida les impuso el reto de mudarse de Guayaquil, su ciudad natal, a Quito, para continuar con su crecimiento profesional, personal y familiar. Las decisiones en conjunto representan fortaleza de pareja, y esa fuerza es el símbolo de la familia Andrade-Robles.

Todo sucedió en un mes. Javiera tuvo la propuesta de ocuparse de la Gerencia Regional de Claro para la Sierra, y Edgar logró el traslado de su cargo para manejarlo desde Quito. Los niños estuvieron de acuerdo con el cambio y, en un abrir y cerrar de ojos, empacaron lo que era necesario para vivir en Quito temporalmente.

¿Dónde vivir? ¿Cómo encontrar el lugar ideal? ¿Arrendar o comprar? ¿Decorar casa nueva? Como una película en cámara rápida, con poco tiempo disponible para atender tanta incertidumbre, todas estas preguntas debían ser resueltas. Han pasado casi tres años desde aquel día y, después de vivir en departamento arrendado, hoy son una feliz familia en su nueva casa.

¿Cómo te sentó el cambio de Guayaquil a Quito?
Me emocionó mucho porque la decisión de venir a Quito se dio por un nuevo reto de trabajo. Te imaginarás que movilizar a toda la familia a una ciudad diferente no es fácil, no solamente por la empacada, traslado y mudanza, sino por la incertidumbre que ocasiona un cambio tan drástico. No podía pensar sólo en mi marido y yo como pareja, sino en lo que esto podía implicar en el desarrollo emocional de los niños.

¿Siempre viviste en Guayaquil?
La mayor parte de mi vida. Mis estudios universitarios los hice en la Universidad San Francisco de Quito, así que durante una larga época viví aquí. Han pasado algunos años y la ciudad ha crecido mucho, pero de todas formas el ambiente me es familiar. No te imaginas cuántas amigas de Guayaquil están viviendo en Quito, incluso coincidió que algunas de ellas tenían a sus hijos en el mismo colegio que los míos.
¿Por qué elegiste Cumbayá?
Ubicación. Mi vida está determinada por la cotidianeidad de mis hijos, así que un factor determinante era la cercanía al colegio al que iban a asistir para evitar traslados diarios con distancias largas. Por esa razón alquilé un departamento en Miravalle. Me sorprendió lo terrible que está el tráfico entre Quito y Cumbayá. Yo vivía en Samborondón, y también hay tremendo tráfico, pero fluye con mayor facilidad.
Pero, a pesar del tráfico, sigues en Cumbayá…
Ya estoy acostumbrada y valoro tanto otros detalles de Cumbayá que estoy muy contenta viviendo aquí. El clima es mucho más rico que en Quito, sientes que estás en el campo, haces mucha vida en exteriores y tienes todos los servicios. ¡Me encanta!
¿El primer departamento lo ubicaste a través de una corredora de bienes raíces?
Si, era la forma más fácil de hacerlo porque estaba presionada por el tiempo. Vine tres veces y finalmente opté por un departamento en la Urbanización Vista Grande, en Miravalle. No era lo perfecto pero sí fue lo que más me gustó de todo lo que alcancé a ver. El departamento era pequeño, pero tenía terraza y una linda vista hacia el valle. Me gustaron las áreas comunales, que a la final fueron una complicación porque accedes a ellas a través de un paso a desnivel y mis hijos eran muy pequeños para ir solos. Era una urbanización demasiado grande. ¡Llegaba el fin de semana y los niños querían salir corriendo!
¿Demasiado grande en qué sentido?
Tenía demasiadas casas, tanto así que no llegabas a hacer vida de urbanización. Mi concepto de urbanización perfecta es el de “la vecindad del Chavo”, en la que el niño sale de su casa y ahí están todos sus amigos. Van a la casa 1, o a la casa 2, cambian de actividad cada media hora, están afuera tanto como adentro, pero siempre sabes dónde y con quién están. Lo bueno de arrendar es que en cualquier momento puedes cambiarte a algo que te guste más, y eso fue lo que hice.

La cocina está conectada a la sala familiar, es el espacio en el que más disfrutan compartir en familia.

¿Así que decidiste comprar casa y nuevamente empezó la búsqueda?
Así fue, otra vez a buscar corredora, comentarle lo que teníamos en mente, visitar varias opciones en el sector de Cumbayá, barajar alternativas, ver precios, arquitectura, áreas comunales, y mil detalles más. Cuando has decidido dejar de pagar arriendo para finalmente embarcarte en la compra de una casa, te vuelves más exigente porque es una inversión fuerte. A pesar de que sigo pensando que mi vida en Quito es temporal, ya queríamos algo propio.
¿Contrataste una empresa para la mudanza?
¡Nada que ver! En mis diez años de casada me he mudado cinco veces. Tengo más experiencia que cualquier empresa de mudanza. Es más, te doy tips para tus lectores: el primer día colocas todos los muebles grandes, montas la cocina, dormitorios y closets. El segundo día desempacas las cajas que tienen el resto de elementos. Si, como yo, lo haces tú misma, sabrás dónde está cada cosa y todo estará como a ti te gusta. Si algo quedó pendiente, el tercer día debe ser el último que le dediques a desempacar, porque ya deberías estar disfrutando de tu nueva casa.
¿En dónde compraste la casa?
En la Urbanización Tangará, en Lumbisí. Es un conjunto de 23 casas, algunas de gente que ya conocíamos, y otras de nuevos amigos. Los niños pasan de la piscina a la bicicleta, y de ahí a las casas de sus amigos o a jugar video juegos en la suya. Ahora no quieren salir de la urbanización, cuando quieren Mc. Donalds nos piden que compremos y lo llevemos a casa. ¡Esta es la auténtica “vecindad del Chavo”! Me ilusiona encargarme de las cosas de la casa, tenerla arreglada y atender a todos los amigos de los chicos que se la pasan entrando y saliendo.

Detalle de los espacios de exterior donde los fines de semana aprovechan para hacer asados.

Javiera y Edgar

¿Qué tan fácil fue encontrarla?
Curiosamente la vi desde el inicio, pero di muchas vueltas y visité varias opciones, para terminar regresando a ella. A pesar de que me gustó desde un principio, no la tomé porque quería algo que estuviera listo para mudarme inmediatamente, y a esta casa le faltaba un año. En las urbanizaciones terminadas todo se había vendido en planos, lo cual es lógico, porque logras mayores plazos para hacer los pagos iniciales.
¿Es lo que buscabas?
Para tener la casa de tus sueños tienes que construirla tú mismo, pero esta me encantó, no había más opciones y ni loca me embarcaría en una construcción. Una muy grata coincidencia fue que una de mis amigas de Guayaquil, que es mamá de uno de los compañeros de mi hijo mayor, vive en la casa de al lado. Nuestros hijos van al mismo colegio, al mismo karate y a los entrenamientos de fútbol. Ese nivel de apoyo de una amiga es fundamental cuando vives en una ciudad en la que no está tu familia.
¿La casa estaba terminada?
La compré en obra gris, faltando seis meses para estar terminada. De lo contrario no la hubiera comprado para no involucrarme en los pormenores de la construcción. En mi casa en Guayaquil solo construí el baño y terminé como loca. Acá tuve la oportunidad de hacer pequeños cambios sin problema, y la verdad es que el tiempo pasó volando.
¿Tú la decoraste o contratase a un decorador?
Tengo la enorme suerte de que mi hermana, Denise Robles Weisson, es decoradora. Me la traje de Guayaquil y ella se encargó de todo. Me conoce, entiende mi ritmo de vida -sabe que no tengo tiempo para lidiar con carpinteros o hacer seguimientos-, e hizo el trabajo perfecto. Tanto así que nunca supe si hubieron contratiempos o no. Ella vino de paseo, aprovechamos para conversar y darle una idea de lo que queríamos y lo entendió perfecto. Midió los espacios, imaginó los muebles, lo conversamos con mi marido, vimos diseños en revistas para definir más o menos el estilo que queríamos, y listo.
¿Así de fácil?
Denise es una estupenda profesional. Me solucionó la vida al encargarse absolutamente de todo. Ella regresó a Quito el día de la mudanza, instaló los muebles, accesorios, todo; y cada cosa era exactamente del tamaño, color y textura que necesitábamos. La casa estuvo lista enseguida gracias a que ella es muy organizada, muy prolija, y supo entender lo que queríamos. Esto es muy importante, la casa refleja nuestra personalidad.
¿Tu marido se involucró en la decoración?
¡Demasiado! Mi hermana decía que por gusto dejo que él se involucre tanto, porque opinó hasta en el color de las cortinas. Fuimos un trío para todo, pero Edgar es el único que terminó con su propia sala, sin que nadie la toque.

¿Cómo definirías el estilo en la casa?
Es moderno-contemporáneo. Me gustan las líneas rectas, colores tierra, sin tanto adorno y con mucha luz natural. La sala formal y el comedor son más bien contemporáneos, mientras que la sala familiar que está integrada a la cocina, es moderna. No tengo plantas interiores, he probado a través del tiempo que no tenemos sinergia, no nos entendemos. El verde en exteriores me encanta y por eso tengo una persona dedicada al mantenimiento del jardín.

Detalle de la habitación para huéspedes, en colores pastel.

Veo que tienes aire acondicionado…
Sí, como buena mona. No fue fácil instalarlo, porque en Quito las casas no se construyen con electricidad de 220 voltios para que funcione el aire, así que tuvimos que hacer una instalación especial, porque hubiera sido imposible dormir sin aire acondicionado en mi dormitorio. A pesar del calor, duermo con plumón y estoy acostumbrada a ese peso. Si me lo quito, me desvelo. La única solución es el aire acondicionado, porque además tengo un tragaluz en el techo, lo cual hace que la casa sea un poco calurosa en el segundo piso.
¿Cuál es el lugar que más disfrutas?
Es contradictorio. No me gusta cocinar, pero me encanta la cocina que está integrada a la sala. Soy feliz atendiendo a mis hijos y a sus amigos que normalmente se instalan ahí. Soy muy práctica, tengo todo lo que necesito a la mano, snacks que son saludables, cosas rápidas para picar que me toma un segundo acomodar en una fuente, sin ensuciar todos los artefactos de la cocina. Soy temática, todo tiene que estar nítido, sobre todo la cocina. Me la paso arreglando, recogiendo juguetes y acomodándolos en el lugar preciso.

Los niños eligieron los colores para sus habitaciones.

¿Te gusta la vida en exteriores?
Me encanta el sol, esa es mi descripción perfecta de una mañana en fin de semana. La planta baja es puro vidrio para disfrutar de la naturaleza y del patio que es hermoso. La cocina se conecta con el jardín exterior a través de un porche y tienes visibilidad hacia todas partes.
¿Debo asumir que toda la tecnología es Claro?
¡Obviamente! No hay mejor tecnología que la de Claro. En el segundo piso tengo un modem wifi en el escritorio de los niños para que se conecten de manera inalámbrica para hacer sus deberes. Además, tenemos internet fijo Claro, que te da mayor velocidad para que puedas bajar todo tipo de contenidos, e incluso jugar en línea con tus amigos en otras casas o ciudades. Edgar tiene el chip para su Ipad, yo tengo una tablet que viene con su propio chip y también cargo un dispositivo de banda ancha para mi computador personal.
¿Cada uno tiene su propio celular?
No es cuña comercial, pero el celular es una salvación cuando no tienes servicio de telefonía fija, como es mi caso, porque el cableado no está listo. Los chicos chatean con sus abuelos, mandan emoticones, se sienten muy cerca de ellos a pesar de estar en otra ciudad. Más claro, ¡todos estamos conectados!
¿Qué te llevó a comprar, en lugar de buscar algo para arrendar, si tienes este concepto de temporalidad de tu vida en Quito?
¿La verdad? Lo que me costaba el alquiler del departamento. Pagaba más de lo que me paga mi inquilino por mi casa de Guayaquil que es dos veces más grande, tiene piscina y está en una urbanización cerrada. Sentía que pagar arriendo era dinero botado que entregaba a un tercero, y créeme que nos cuesta nuestro sacrificio ganarlo. Quería dejar de pagar arriendo y que ese dinero me sirva para comprar casa.
¿La compraste con crédito hipotecario?
Sí, nos toca ajustar un poco los gastos para cumplir con los pagos del crédito al banco, pero sé que es una inversión a futuro que además para nosotros representa un nuevo logro, una meta superada. Estoy segura de que, si me llego a ir nuevamente a vivir a Guayaquil, la puedo arrendar y con ese ingreso pagar fácilmente las cuotas mensuales de la hipoteca.
¿Cómo se compara lo que pagabas de arriendo con lo que hoy pagas mensualmente al banco?
La cuota del banco es un poco más alta, pero es casi lo mismo. La diferencia es que esto es mío. Estamos más cómodos, mis hijos tienen espacio para andar en bicicleta y gozar con sus amigos. Esa es una gran ventaja, además que a tu casa le pones tu espíritu y la impregnas con la personalidad de cada uno, adueñándote de los espacios con tu toque personal. De hecho, los niños eligieron los colores que querían para sus cuartos. Todo esto te da sentido de pertenencia en el lugar en el que vives.
Pienso que estás en Quito para quedarte…
Me encanta vivir aquí, pero no tengo claro dónde voy a estar en algunos años. La decisión inicialmente fue que nuestra venida era temporal. ¿Cuánto tiempo es “temporal”? No lo sé. Mantengo en mi cabeza la idea de que, como familia, regresaremos a Guayaquil algún día. Estamos felices con la casa, la disfrutamos mucho, estamos viviendo el momento que nos toca vivir y consideramos que somos afortunados porque la vida ha sido generosa con nosotros.

¿Los niños se adaptaron con facilidad?
Ahora están muy bien. Pienso que a mi hijo mayor le costó un poco porque salió de un ambiente donde tenía mil amigos y se movía con mucha confianza, para aterrizar en un lugar donde no conocía a nadie. Hacer amigos desde cero es difícil a toda edad, no se diga a los siete años. Para el pequeño fue más fácil, precisamente porque llegó acá a empezar su vida de colegio, al igual que sus compañeros, entonces estaban todos empezando a conocerse.
¿Y para tu marido?
A él le costó más trabajo que a mí. Fue una decisión totalmente compartida.  Edgar es Gerente Comercial de Lan Ecuador, que es un cargo con responsabilidad a nivel nacional, por lo que le dieron el traslado a Quito sin ningún problema. Hablamos con los niños, les explicamos que sería un traslado temporal de ciudad, y estuvieron de acuerdo. Un mes más tarde estábamos viviendo en Cumbayá, enfrentando la realidad.
¿Qué fue lo más difícil en el proceso del cambio?
El susto que te da al pensar que puede afectarles emocionalmente a tus hijos. Ventajosamente entre la rutina del colegio, las actividades extracurriculares y el trabajo, nos fuimos acostumbrando y ahora todos estamos contentos. Pasar de ser una persona popular, a sentir que no calzas es una experiencia fuerte, pero muy valiosa para todos a cualquier edad. Al final del día es una ventaja porque pudimos manejarlo y eso  ayuda a formar el carácter, a desarrollarnos como personas, y a madurar.
¿Tus traslados diarios a Quito se ven afectados por el tráfico?
Por Miravalle era complicado. No sólo el tráfico en el sentido de movilización, sino la contaminación auditiva que genera el ruido de tanto vehículo. Es tan invasivo que molesta a la hora de dormir. En mi casa nueva no tengo ese problema, además que uso vías alternas para evitar el tráfico. Subo a Quito por San Juan que es un camino fantástico, casi vacío, hasta llegar a la Vía Oriental donde empieza el problema, pero ventajosamente lo están arreglando. Hoy que vivo en Lumbisí me toma solamente cinco minutos más llegar a mi oficina en Quito, que cuando vivía en Miravalle que en distancia está mucho más cerca.
¿Contenta?
¿No se nota?