Por: María Gracia Banderas

Mirar la obra de Pablo Gamboa significa involucrarse con las inquietudes de su autor. Implica el análisis de elementos y la conexión entre la creatividad y la practicidad en todo su esplendor.

Pablo, nos invita a observar su serie ‘Mementos’ que parte de la colección que el artista plástico venía realizando tiempo atrás de dar inicio a esta obra. “Guardaba pequeños trozos de memoria en cajitas, y los clasificaba. En lugar de escribir un diario, recolecté cientos de objetos que me traían a la memoria momentos vividos”. Agrega que cuando hizo esta serie atravesaba por una etapa confusa de vida, así que la organización de estas memorias le permitió reorganizar sus sentimientos, señalando que se trata de una obra con un matiz Freudiano.

“No soy un coleccionista ordenado, cualquier cosa que veo y pienso que me puede servir la guardo. Hago muchos ejercicios creativos. En la soledad del taller siempre estoy haciendo alguna cosa nueva”.

Pablo tuvo mucha afinidad con la música desde pequeño. En sus primeros años de adolescencia empezó a coleccionar discos y se interesó particularmente por el diseño de las portadas. “En el colegio me aburría mucho, entonces lo que generalmente hacía era reproducir en las hojas de mis cuadernos, las imágenes que había visto. Así empecé a involucrarme con el dibujo y la pintura. A los 15 años cogí mi primer curso de pintura y hasta la fecha he ido ampliando técnicas y métodos”.

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Sin embargo, Pablo no se califica a sí mismo como un pintor. “Es muy diferente ser acuarelista que ser un pintor al óleo”. Señala que lo que hace está completamente relacionado con la creatividad y con la explotación de todas las posibilidades experimentales de los materiales, por ello se auto define más como un artista plástico.

No está ceñido a una técnica específica, pero si tuviera que elegir la que más le represente sería el ensamblaje, por sus características lúdicas que se asemejan a un collage, pero con objetos en el que se pueden hacer asociaciones simbólicas muy rápidas, que salen en gran parte de la mente inconsciente. “A donde te lleva el ensamblaje es a una síntesis y a una forma de unión de los objetos”. El artista agrega que la utilización de esta técnica y los resultados de su uso no buscan una expresión determinada. “He encontrado que la visión de quienes ven mi obra puede resultar, incluso, mucho más interesante que la mía. Por ejemplo, me visitó Humberto Montero (semiólogo), él miraba cosas que yo nunca había visto en mis piezas. Las personas se reflejan o se proyectan sobre los objetos”. Es así que Pablo no verbaliza el sentido que buscó dar a su obra con el fin de no “cortar la magia de la interpretación”.

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La obra más reciente de Gamboa es una serie formada por “troncos de madera que recogí en la playa, que vienen ya curados e incluso con la forma perfecta; ni siquiera los intervengo. Al buscar las cosas simplemente se te van cruzando, entonces recojo estos palos que son hermosos y los trabajo con una técnica que he estado desarrollando últimamente, se trata de un dibujo muy meditativo”. La serie todavía no cuenta con un nombre.

Además de exposiciones temporales en galerías, Pablo ha realizado obra para espacios públicos. Una escultura representativa de su trabajo es una muy grande que forma parte de la decoración del Museo Interactivo de Ciencia, en Quito. El artista también ha sido requerido por varios coleccionistas privados.

Pablo, además de involucrarse con lo sublime del arte, lo asume con practicidad, encontrando en él su forma de vida y de sustento económico. “Todo el bagaje que voy reuniendo en cuanto a métodos, técnicas, uso de herramientas, historia del arte, estéticas y formas, me sirven para aplicar en los proyectos que son estrictamente laborales. Por ejemplo, un montaje en espacio público”.

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Profesionalmente se ha desempeñado como profesor buscando el aprendizaje de sus alumnos a través del arte. “Necesitas ser muy versátil para llevar a cabo proyectos que se acomoden a temáticas como matemáticas o geografía. Veo al arte como un método de organización en la vida, incluso para la resolución de conflictos. Generalmente el arte es visto como un objeto cuando en realidad es una potencialidad en todo sentido, y aplicable de manera muy personal en todos los ámbitos de la vida”.

El diseño de proyectos también es uno de los fuertes de Pablo, uno de los ejemplos fue Quito Carnavalito, montaje que se llevó a cabo en la Avenida Naciones Unidas, y en el que se invitó a una variedad de artistas e ilustradores capitalinos con el fin de poner en evidencia las habilidades de los ciudadanos. Entre las novedades de este montaje fue el uso de inflables a manera de bastidores.

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En dirección artística el proyecto más ambicioso fue el montaje del musical Cabaret, llevado a cabo en el Teatro Bolívar, y cuyas instalaciones por su estado requirieron de mucho trabajo. Por ejemplo, relata que se necesitó contar con un equipo completo de tramoyistas, puesto que la tramoya del teatro es análoga. Esto implicó mucha coordinación entre la música, escenas y escenografía

El sello estético de Pablo, según manifiesta, es lo “poco convencional”. Manifestación de ello es la sede de su arte: su taller, que está emplazado en el Centro Histórico de Quito, en la calle Venezuela, a pocos metros del Centro de Arte Contemporáneo.

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“Esta casa la construyeron mis abuelos. Nací aquí y viví hasta los seis años. Hace más o menos siete años decidí regresar a este lugar que encierra memorias muy especiales”. La casa en la que se ubica el taller de Pablo, no cuenta con columnas, más bien sus paredes son auto soportantes. “En la planta baja se pueden observar paredes de 40cm de ancho que sostienen el resto de la estructura de la casa; y en los pisos superiores, las paredes van haciéndose más angostas. Me gusta que guarda similitud con las casas coloniales que cuentan con un patio central, aquí tenemos una entrada de luz, pero con una arquitectura distinta a la colonial”. En el piso superior al taller se ubica el departamento de Pablo, en el que vive junto a su familia.

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El emplazamiento del taller definitivamente aporta en el desarrollo de ideas del artista, que de estar ubicado en otro lugar, su inspiración y creación variarían. “Una temática presentada con frecuencia en mi obra es lo religioso. Es una especie de continuación de la Escuela Quiteña, pero deformada. Uso mucho los íconos religiosos, pero no como objeto de adoración sino como objeto de cuestionamiento, y tiene mucho que ver con el entorno en el que estoy ubicado”.

El taller de Pablo, siempre está en movimiento, en constante mutación. Acoge, da vida, y observa la puesta en acción de las técnicas del artista.