Cultura artesanal

Por: Belén Guerrero

La Plaza de Ponchos es uno de los mercados artesanales más famosos de Ecuador. La experiencia va más allá de ser solamente un punto de intercambio comercial, trasciende a una maravillosa experiencia de conocer a las diferentes comunidades indígenas a las que los artesanos pertenecen, ofreciendo al turista una cercana mirada a su cultura.

Aproximadamente el 80% de las familias de la ciudad se dedica a elaborar artesanías

San Luis de Otavalo, ubicado a dos horas de Quito hacia el norte, tiene más del 50% de su población asentada en el sector rural, donde se encuentran las comunidades indígenas. Entre ellas, San Juan, Peguche, Punyaro, Pucará, Rey Loma, entre otras. Héctor Tipán, otavaleño de nacimiento y parte del equipo de Dirección de Turismo y Desarrollo Económico Local de Otavalo, explica que aproximadamente el 80% de las familias de la ciudad se dedica a elaborar artesanías, lo que convierte a esta actividad en la principal fuente de ingresos y en uno de los principales atractivos turísticos de la zona.

Para la gran mayoría de turistas extranjeros que llegan a Quito, la visita a Otavalo está planificada para al menos tomar una mañana de su tiempo. Nadie puede dejar de visitarla, es un lugar que abarca muchas potencialidades para el visitante que busca disfrutar de una experiencia diferente a la que brindan las grandes ciudades del país.

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Si bien la ciudad tiene su encanto, la visita a la Plaza de Ponchos, es obligada. Todos los días, a excepción del sábado, la Plaza de Ponchos ocupa el bloque central, conocido como la Plaza Centenario. Solamente los días miércoles se extiende una franja hacia un costado de la Plaza, donde se ubican los artesanos productores. El Mercado llega a su punto máximo el sábado. En este día, las calles de los alrededores se cierran y la feria abarca cinco cuadras con un espectacular despliegue de productos artesanales en mágicos colores y llamativas texturas, donde la bisutería autóctona y otras habilidades manuales de los indígenas atraen a locales y extranjeros.

Ubicación:

  • A 110 km de Quito
  • 3.500 Comerciantes:
    En sábado
  • 450.000 Visitantes
    Aproximadamente al año

La asistencia diaria a la Plaza de Ponchos por parte de los artesanos refleja su herencia cultural. Generación tras generación, las familias indígenas se han dado cita en este lugar que se convierte en el punto de interacción comunitaria. Berta, por ejemplo, es una artesana que trabaja en el Mercado desde que tenía nueve años. Sus padres la llevaban cuando iban a vender en la Plaza, y con el tiempo y la práctica heredó la cultura artesana de su familia. Dice que la clave para vender es “tener de todo un poco”, y como no es posible hacer todas las artesanías, intercambian mercadería entre artesanos, y así cada uno tiene la misma diversidad de productos para ofrecer al turista. Los hermanos de Berta también se dedican a esta actividad. Mientras lo de ella es la artesanía textil, lo de ellos es la bisutería; collares y pulseras especializados en tagua.

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HORARIO

  • Todos los días:
    7am – 5pm
  • Miércoles:
    Se puede encontrar la franja de productores
  • Sábados:
    Cierran las calles y se extiende el Mercado cinco cuadras más

Mariana es otra artesana que vende en la Plaza de Ponchos desde hace 15 años. Ella compra los productos porque no tiene las máquinas necesarias para su elaboración, pero aún así se mantiene en la actividad.

Según Héctor Tipán, el comercio ha crecido tanto que ha incentivado la automatización en los procesos de fabricación de ciertas artesanías, para terminarlas en menor tiempo, producirlas en una mayor cantidad, y así abastecer la demanda a precios asequibles. Si bien mucha de la oferta en la Plaza es totalmente artesanal, su costo es bastante mayor y se comercializan en menor cantidad.

Los artesanos compartieron la gratitud que tienen con los turistas, reconociendo la importancia que estos representan para el mercado de la Plaza de Ponchos

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Entre corredores y colores en la Plaza se encuentra Luz María, una mujer de 65 años que no recuerda exactamente cuánto tiempo lleva asistiendo a diario a atender clientes del mundo entero. Destaca por su amabilidad, y porque a diferencia de la mayoría, ella se dedica únicamente a elaborar tapices muy coloridos, hechos a mano, de hasta 2,40m de largo. Es un trabajo tan detallado que a simple vista refleja la habilidad de la artesana. El precio promedio de cada uno es de $110, pero Luz María aclara inmediatamente que ofrece descuentos. Es un producto 100% artesanal, y bien vale lo que ella pide por él, ya que no hay réplicas y se demora 15 días en ser creado.

Toda artesanía justifica su belleza y su precio en el proceso de elaboración. Rosa Castañeda está en ello desde hace 15 años, y relata que su producto más vendido son las cobijas hechas de alpaca y orlón. La producción empieza con el urdido (la preparación del hilo); el segundo paso es el tejido en sí; la cardada, que es el proceso de sacar el pelo, es el tercer paso, y éste se hace con la planta cardomo. Luego se corta la tela para tener cobijas de 1,80m x 2,40m, y por último se plancha cada una. El proceso toma una semana y es muy apetecido por turistas que provienen de zonas con climas fríos.

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Los artesanos compartieron la gratitud que tienen con los turistas, reconociendo la importancia que estos representan para el mercado de la Plaza de Ponchos. Son los visitantes los que transforman su estilo de vida en un verdadero oficio que les genera ingresos. Sin duda, la experiencia es muy recomendada, y más aún, cuando el turista se puede tomar su tiempo para pasear por la Plaza a su ritmo, y apreciar la riqueza artesanal y el intercambio cultural que el mercado y su gente ofrecen.