Arquitectura avanzada para un ecosistema frágil: El caso Amangala
Por Natalia Gandarillas
Fotografías cortesía de José Daniel Terán
Galápagos, uno de los ecosistemas más frágiles del planeta, es el escenario de un proyecto arquitectónico que busca revolucionar la forma en que concebimos el turismo de alto nivel. Amangala Villas, un complejo de hospitalidad –aún no construido— fue recientemente reconocido con el premio internacional LIV Hospitality Design Awards en la categoría de villas, por su innovador enfoque técnico, de sostenibilidad ambiental y colaborativo.
Pero antes de conocer las particularidades del proyecto, es preciso dar un breve contexto a quienes estuvieron a cargo: A1 Arquitectura Avanzada, fundada en 2022 por el arquitecto ecuatoriano José Daniel Terán, se ha destacado internacionalmente por su enfoque vanguardista y sostenible, con un profundo respeto por la naturaleza.

José Daniel Terán
La firma, con más de 100 proyectos ejecutados y 170,000m² diseñados, integra tecnología, sostenibilidad y estética. Entre sus proyectos más reconocidos están Hidden Stone House, que ha ganado 12 premios internacionales, y Vortex House, destacado en los Built Design Awards 2024. A1 utiliza metodologías innovadoras como el enfoque “bottom-up”, centrado en las necesidades del usuario.
Para José Daniel, el arquitecto no es un “genio solitario” que impone su visión, sino un catalizador que colabora con el cliente y el contexto para lograr soluciones personalizadas de alto impacto.
¿Cómo nació el proyecto Amangala?
El proyecto Amangala surgió durante la pandemia, cuando un cliente local de las Islas Galápagos, junto a inversionistas estadounidenses, nos contactó con la intención de desarrollar un complejo de hospitalidad de lujo, pero con un enfoque radicalmente distinto al que habían intentado previamente. Buscaban una propuesta alineada con el contexto natural y social del lugar.

Nos eligieron luego de ver nuestra participación en concursos internacionales, pero, sobre todo les llamó la atención nuestra filosofía de trabajo: una arquitectura colaborativa, ética, profundamente respetuosa del entorno y basada en metodologías parametrizadas, así como un manejo financiero muy transparente. Esa visión fue clave para generar confianza y dar inicio al proyecto.
¿En qué consiste el proyecto Amangala?
El proyecto Amangala consiste en el diseño de un complejo de hospitalidad sostenible, orientado a un turismo exclusivo y consciente en las Islas Galápagos. El conjunto está compuesto por dos villas principales —cada una con capacidad para doce personas— diseñadas para ofrecer una experiencia íntima y respetuosa con el entorno. Además, el proyecto integra una serie de edificaciones complementarias como un spa, gimnasio, centro de bienvenida con enfoque educativo, una casa para el gerente (que funcionará como ejemplo de vivienda autosuficiente para la comunidad local), y una vivienda temporal para el staff, adaptable según el perfil de los huéspedes.

El proyecto Amangala está concebido como un espacio exclusivo de turismo de alto nivel, pero con una profunda conciencia ambiental y social. Su finalidad es ofrecer a los visitantes una experiencia inmersiva en la naturaleza, combinando bienestar, confort, y educación ambiental, sin comprometer el delicado ecosistema galapagueño.
¿Cuál fue el mayor reto en el planteamiento arquitectónico?
Galápagos es un lugar extremadamente frágil. Cada decisión tiene un impacto. Desde el sistema constructivo —cómo levantar una villa sin dañar roca volcánica— hasta el manejo de desechos y la gestión del agua. En el proyecto Amangala se trabajó con 200 parámetros de sostenibilidad ambiental, definidos y adaptados específicamente al contexto de las Islas Galápagos. Estos parámetros fueron identificados y sistematizados con la colaboración de un experto en sostenibilidad, exdirector de la Estación Científica Charles Darwin.

¿Por ejemplo?
Por ejemplo, las estrategias en el diseño del emplazamiento y conservación del ecosistema; en la selección de materiales y cadena de suministros; en la gestión del agua; sostenibilidad energética y eficiencia térmica; gestión de residuos y economía circular; y, en implementar diseño con accesibilidad universal, son unos de los parámetros considerados.
¿Cómo se logró esto?
Trabajamos desde múltiples frentes. Por ejemplo, en lugar de grandes edificaciones centralizadas, decidimos dispersar las construcciones. Esto permitió mantener el entorno natural, reducir impactos térmicos y acústicos, y dar a cada espacio una identidad única. También planificamos el uso de materiales locales, muchos serán extraídos de la propia isla o del terreno mismo, como piedra volcánica o morteros fabricados en una cantera local que cuenta con permisos ambientales.

¿Cómo logran que estas construcciones no alteren el entorno?
Elevamos todas las estructuras mediante pilotes ligeros para “flotar” sobre el terreno. Esto reduce la huella ecológica y permite que el ecosistema continúe funcionando debajo. En lugar de caminos de cemento, usamos senderos naturales o levemente marcados. El objetivo siempre fue integrarse al entorno, no imponerse.
¿Cómo se diseñó el complejo sin conocer de antemano a los usuarios finales?
La clave fue trabajar muy cerca de los clientes. Ellos investigaron exhaustivamente modelos similares en el mundo y trajeron conclusiones analíticas. Juntos definimos un usuario ideal: turistas conscientes, de alto nivel, que buscan experiencias sostenibles. Eso implicó prever necesidades como accesibilidad universal, por lo que todo se desarrolló en un solo nivel, y una experiencia que no dependa de sistemas mecánicos como ascensores o aires acondicionados.

¿Se renuncia al confort por ser sostenible?
Al contrario. Buscamos maximizar el confort de forma pasiva. Por ejemplo, usamos ventilación cruzada diseñada con elementos móviles que canalizan el viento de acuerdo con la hora del día. En lugar de aire acondicionado, se incentiva al usuario a “probar una noche sin ellos” y descubrir que no son necesarios. Además, la arquitectura se orienta estratégicamente para evitar el sobrecalentamiento y aprovechar la radiación solar de manera controlada.
¿Qué sistemas sustentables integraron para agua y energía?
Diseñamos el complejo para ser 100% autónomo. Tiene una planta de tratamiento de aguas residuales que reutiliza el agua para riego, sistemas de captación y filtrado de agua lluvia, compostaje de residuos y producción de alimentos orgánicos in situ. Además, incorporamos cubiertas verdes para filtrado natural y paneles solares para energía eléctrica. La idea es no depender de infraestructura externa como alcantarillado o redes eléctricas convencionales.

¿De qué manera este proyecto tiene una mirada de educación y conciencia ambiental?
El proyecto se enfoca en que todas las experiencias que va a tener el usuario en cada rincón del proyecto lo lleven a un espacio de consciencia ambiental, a través de la educación. Sin embargo, el sitio en el que se concentrarán las actividades educativas serán el “Welcome Center”. Este, además de ser el lugar de recibimiento a los huéspedes, estará equipado para dar charlas educativas sobre el ecosistema de las Galápagos, su historia, y cómo los visitantes pueden contribuir a su conservación. También funcionará como punto de partida para excursiones guiadas y como centro logístico para el personal.
¿Qué papel juega el gerente del complejo?
Él es colono y activista local. Su casa, dentro del proyecto, servirá como un showroom de vida sostenible: una vivienda 100% off-grid que demuestra que se puede vivir con comodidad sin impactar negativamente el entorno. Quiere que sus vecinos y otros habitantes de las Galápagos vean esto como un modelo replicable.

¿Cómo enfrentaron el desafío logístico de construir en una isla?
Fue un gran reto. El transporte desde el continente es costoso y complejo, por eso priorizamos materiales locales. También desarrollamos un sistema de planificación con márgenes de error mínimos (3%) y con presupuestos reales, no referenciales, para evitar desfases económicos. Esto es parte de nuestra promesa: que el cliente tenga control financiero total del proyecto.
¿Es replicable este modelo?
Ese es el objetivo final. No solo medir el impacto ambiental, sino también su sostenibilidad económica. Estamos documentando todo el proceso y generando métricas para que pueda adaptarse y replicarse en otros contextos insulares o ecológicamente sensibles.

¿Qué significó ganar el premio LIV Hospitality Design Awards?
Fue un reconocimiento enorme. Presentamos Amangala en la categoría de villas de hospitalidad, compitiendo contra proyectos ya construidos. Aunque solo teníamos renders y documentación técnica, el jurado valoró la profundidad del enfoque sostenible y la innovación. La gala fue en Shanghái y tuvimos la oportunidad de conectar con arquitectos, desarrolladores y hoteleros de todo el mundo.
¿Qué impacto tuvo eso?
Muchos descubrieron Galápagos por primera vez gracias a nuestro proyecto. Se sorprendieron de que en Ecuador se estén haciendo propuestas arquitectónicas tan avanzadas. Y lo mejor: surgieron conversaciones para futuras colaboraciones. Nuestra visión es que la sostenibilidad no sea un lujo, sino una norma global, y que desde países como Ecuador podamos liderar ese cambio.

Amangala Villas no solo es un proyecto turístico. Es un manifiesto sobre cómo debería construirse en entornos frágiles, ¡y en todos los entornos! Con respeto, inteligencia técnica y colaboración. Un modelo que podría cambiar no solo la forma en que visitamos lugares como Galápagos, sino también, cómo los preservamos para el futuro.