Por Caridad Vela

Me lo encuentro en Boston. Está ahí después de transitar por geografías distintas, de vivir enriquecedoras experiencias y completar una hoja de vida con títulos académicos de gran envergadura. A sus 30 años, Carlos Emilio es una voz sensata y ecuánime, con una visión que carga la frescura de su juventud, la experiencia de su transitar por la vida y la esperanza del futuro.

Vivió en Ecuador hasta los 15 años. Se fue para regresar. Terminó el colegio en Washington a donde viajó con su madre, María Isabel Salvador, cuando la nombraron embajadora ante la OEA. Estudió Finanzas y Negocios Internacionales en George Washington University, obtuvo una Maestría en Políticas Públicas en Oxford University, y ahora está a punto de lograr su MBA en Harvard University.

Más allá de sus títulos universitarios, Carlos Emilio es un joven con gran amor por su tierra natal. “Mis abuelos y mis padres tienen un profundo compromiso con el país, todos han estado en el servicio público en algún momento de su vida. Mi abuelo materno, Jorge Salvador Lara, fue un patriota. Yo crecí en ese entorno, heredé como algo innato la preocupación y ese sentimiento de responsabilidad de trabajar por el país”. Por eso va y viene, se aleja pero no abandona, y aun a la distancia está pendiente de este, su querido Ecuador.

¿Qué esperas del actual gobierno?

El presidente debe tener la claridad para entender que en tan poco tiempo tendrá que priorizar máximo tres problemas en los cuales enfocarse, y trabajar incansablemente hacia ellos. Los veo en este orden: seguridad, situación fiscal y gestión de riesgos. Los dos últimos la población los siente muy distantes, pero si no los solucionamos se va a complicar todo. Desafortunadamente el gobierno saliente dejó una producción petrolera en caída, gasto corriente incrementado, recaudación tributaria más baja, y esa es la receta perfecta para que el fisco explote.

¿Con esos tres frentes cubiertos se habrá dado grandes pasos?

Hay serios problemas estructurales, pero no es realista pensar que el presidente se va enfocar en ellos, primero porque su período es muy corto; segundo porque esas soluciones no son políticamente rentables y el buscará la reelección en 2025, lo cual es legítimo porque los verdaderos cambios solo se logran con proyectos de largo plazo. Podemos hablar de educación, de los gobiernos locales que están cada vez más desfinanciados y tienen competencias como agua potable y sanidad, que son absolutamente básicas para combatir la desnutrición crónica infantil.

Carlos Emilio Larreátegui - Revista CLAVE 114

¿Te da buen augurio que sea un presidente joven?

Creo que la juventud no es una virtud en sí misma, pero sí ofrece la posibilidad de nuevas perspectivas, porque son opciones que nacen de escuelas que no son las de los políticos tradicionales. Guardo mis esperanzas, y entiendo que es un gobierno cortísimo, que tendrá que enfrentar problemas muy graves, como seguridad por ejemplo, que es lo más preocupante en este momento. Es triste saber que nombres importantes hayan declinado propuestas para ocupar ciertos cargos. Este en un momento en el que todo ecuatoriano debe estar dispuesto a cumplir su responsabilidad con el país.

¿Tu opinión sobre la reforma tributaria enviada a la Asamblea?

No es perfecta, pero tiene cosas buenas. El tema de zonas francas me parece extraordinario. Costa Rica las implementó y hoy por hoy representan alrededor del 12% del PIB. El 80% de las exportaciones de Costa Rica salen de las zonas francas. También creo que hay otra serie de incentivos importantes, como el tema de energías verdes y el empleo juvenil. Habrá que ver cómo queda finalmente esa reforma después de su paso por la Asamblea. El presidente tiene ideas muy buenas, pero como en todo, el secreto está en la ejecución. El gobierno tiene enquistada una burocracia que se ha vuelto arcaica, el presidente y sus ministros tendrán que ser muy hábiles para superar ese problema.

¿Qué piensas sobre la Asamblea Nacional?

Es un fiel reflejo de lo que es el país: una sociedad fraccionada, absolutamente dividida, carente de razones de unidad nacional. No hay identidad, hay pocos o nulos símbolos o razones por las cuales los ecuatorianos, especialmente las nuevas generaciones, nos podríamos unir. Este es el desafío más grande que tiene Ecuador, y no es exclusivo de nuestro país. En Estados Unidos o Europa vemos lo mismo y creo que hay ejemplos alrededor del mundo que se podrían tomar. Lo básico nace en la educación, debemos enseñar el valor de los símbolos patrios, formación cívica -que se la está retomando después de muchos años de haberla abandonado-. Esto es fundamental, pero creo que el problema tiene, además, dos niveles: el filosófico y el práctico.

Empecemos por el filosófico

Se refiere a cómo generar vínculos sociales que generen esa identidad, ese interés por el bienestar del prójimo, ese involucramiento comunitario bajo el entendimiento de que juntos estaremos mejor. En los barrios se construye sociedad alrededor de temas locales, como ferias populares, cuyo efecto es la generación de vínculos positivos que eventualmente se transmiten a porciones más grandes de la sociedad.

¿Y el práctico?

Esa es la segunda capa: la transparencia para fomentar el pago de impuestos. Empecemos por los gobiernos locales. Si el municipio nos representa, es necesario que la gente sepa cómo se está usando su dinero, que sienta que gracias a sus impuestos se están logrando cosas, que esa administración está trabajando por sus intereses. Hay iniciativas, por ejemplo en los países nórdicos en Europa, que aprovechan la tecnología para fomentar esta transparencia y, de paso, acercan a los ciudadanos entre sí porque la comunicación está abierta a través de estos canales.

¿Sin identidad desaparece la esperanza?

Exacto. No es un tema de egoísmo, es que no hay esperanza ni ilusión de futuro. Si el pastel no va a crecer ni las cosas van a mejorar, la opción es sacarle partida a lo que hay, y ahí es donde se fomenta la corrupción y el juego sucio. Esto, en parte, nos ha llevado a la polarización tan extrema que se ve en el país y está tan bien representada en la Asamblea con facciones que nada tienen en común. No señalo a ninguna, todas representan intereses legítimos, ver cómo se comportan es otra historia, pero son tan polarizadas que no hay manera de formar coaliciones por un futuro.

¿El pacto RC, PSC, ADN no es una coalición?

Es una coalición que no tiene factores comunes. ¿Qué involucró ese acuerdo? Nadie lo sabe, y no quiero atreverme a opinar sobre algo sin saberlo. Espero que el pacto se haya dado por las razones justas. Es evidente que el presidente Noboa ha demostrado tener habilidad para conseguir apoyo en la Asamblea, pero es un poco temprano para hablar sobre un cambio de actitud en los asambleístas. Hay señales que no son halagadoras, como la reactivación de los juicios políticos que realmente no aportan nada al país. La conformación de la Asamblea es bastante distinta a la anterior. Tenemos un bloque importante de la coalición que representó a Villavicencio, pero persiste la fuerza del correísmo. Esto nos demuestra que la polarización no ha desaparecido, que para bien o para mal, está latente.

Mencionaste la gestión de riesgos como otro tema de atención urgente. ¿Elaboremos?

Me preocupa seriamente que en Ecuador no se habla de gestión de riesgos sino hasta que hay una catástrofe, y tenemos una casi encima: el fenómeno de El Niño. Paralelamente vivimos con la amenaza de una posible erupción del Cotopaxi, y ante esto es alarmante la falta de preparación que hay. Son asuntos que hay que trabajarlos con los gobiernos locales, porque ahí estarán las respuestas que deberán darse, ahí se crean y manejan los refugios, se administra la entrega de vituallas y otros recursos para atender la emergencia, pero esto debe estar previamente estructurado, no posteriormente, para que la capacidad de reacción sea exitosa.

Otro problema grave en el país es la educación. ¿Qué vías hay para potenciarla?

Fortalecer la educación empieza por gastar más en educación. Hoy por hoy, el Estado destina más recursos en subsidiar la seguridad social que en educación. Eso es una tragedia. La seguridad social beneficia a un grupo muy pequeño de trabajadores, porque más de la mitad de los ecuatorianos trabajan en la informalidad, no están afiliados, y al destinar tanto dinero a ese sector que ya va acercándose a la edad de retiro, estamos castigando el futuro de los niños y jóvenes ecuatorianos. De ninguna manera pienso que hay que desatender a los jubilados, hay que tratarlos bien, pero debemos encontrar formas más sostenibles para financiar la seguridad social y dar a la educación el peso que amerita.

Mucho por hacer con una caja fiscal vacía…

Y lo grave es que para construir patria se requiere fomento económico. Queremos un país del cual estar orgullosos, un país con grandes proyectos en el que invierten empresas de clase mundial, un país que destaca por su historia, cultura y artes. Colombia es un ejemplo extraordinario que ha logrado ubicarse en la cima del mundo con su música, y a través de ella ha logrado construir vínculos sociales y motivos de orgullo a sus ciudadanos. Debemos buscar la excelencia para dar ilusión a la gente, algo que vaya más allá de los deportistas que nos han hecho sentir muy orgullosos, no podemos vivir de eventos deportivos que se dan una vez al año, o cada cuatro años como el mundial de fútbol.

¿Algún líder político al que le tenga fe para 2025?

He estado lejos de Ecuador estos años, no tengo mapeado el panorama político, pero creo que es tiempo de pensar en líderes jóvenes que tengan vocación pública. Lo que hoy sucede es que los líderes jóvenes vienen de las líneas de formación de los partidos políticos tradicionales, como el PSC, la RC y el mismo CREO, y eso no tiene nada de malo, pero el problema es que se encasillan dentro de las estructuras de poder del partido y eso les obliga a plegarse a las ideas y sistemas existentes. Me gustaría ver alguien que entra a la política porque tiene verdadera vocación de servicio público, que entienda que es desde la cercanía con la gente desde donde se puede hacer la diferencia. Una característica de cualquier personaje que busque posiciones políticas debería ser tener pasión por el trabajo filantrópico, porque esa es la base de la palabra servir.

Carlos Emilio Larreátegui - Revista CLAVE 114
Carlos Emilio Larreátegui

Después de estudiar Finanzas y Negocios Internacionales decidiste sacar la maestría en Políticas Públicas. ¿Qué te motivó?

Entre lo uno y lo otro estuve en Ecuador. Llegué pocos meses antes de las protestas de octubre 2019 y lo encontré en un momento súper complejo. Si bien ese tiempo trabajé en la UDLA con mi padre, me di cuenta que me interesaba  el servicio público. A mis padres no les gustó mucho la idea, pero uno no puede luchar contra lo que lleva en el corazón. Me involucré en temas ciudadanos con diferentes organizaciones, miré al país desde otra piel y tomé la decisión de estudiar políticas públicas. Ahora estoy en Harvard, a punto de obtener mi MBA. Me gradúo en mayo 2024 y volveré a Ecuador.

¿Qué te trae de regreso?

Una combinación de temas personales y profesionales. Primero, la familia. Soy hijo único y siento la responsabilidad de estar cerca de mis padres. Además, en agosto me casé con Camila P. y la intención siempre fue regresar al país porque los dos somos felices allá. Segundo, no puedo luchar contra mi identidad. Mientras muchos prefieren salir, yo siento la obligación de volver. Ecuador necesita gente dispuesta a hacer la diferencia. A pesar de la división que hay, del relajo que se vive, siempre hay oportunidades. Ecuador está en un punto de quiebre y hay que actuar antes de que sea demasiado tarde.

Para terminar, ¿en Oxford o Harvard se habla de Ecuador? ¿Tus amigos saben dónde está nuestro país?

El americano o europeo promedio ven a Latinoamérica como un todo, y Ecuador es un país pequeño y con limitaciones, lo cual hace que pase a un segundo plano frente a países como Argentina, Brasil, Colombia o Chile. En la maestría en Harvard soy el único ecuatoriano entre 2.000 alumnos, cada vez que me presento tengo que explicar de dónde vengo, dónde está Ecuador. La forma más fácil es decir que las Islas Galápagos son de Ecuador. Todos han oído hablar de ellas, y me ha sorprendido la cantidad de gente que las ha visitado. Justamente el hecho de que no se lo conozca tanto nos da espacio para generar un nombre para nuestro país a nivel internacional, espero que sea para bien, que no nos ganen los titulares internacionales sobre el tema de inseguridad.