Agosto – Septiembre 2025

Ecuador ha mutado de ciclo. Estamos ante una nueva relación de corresponsabilidad entre el ciudadano común, el pequeño, mediano y gran empresario, y el gobierno nacional. Parecería que finalmente hemos entendido que invertir, arriesgar y crecer no es solo una acción económica, es un acto de fe en el país que queremos construir.

En estos días el gobierno ha tenido dos acciones importantes y de gran impacto. Uno, la reducción en el número de ministerios y secretarías gubernamentales; dos, el despido de 5.000 empleados públicos. Críticas y aplausos ha recibido el presidente simultáneamente, porque estamos en el país del “palo porque boga y palo porque no boga”. Desde todos los sectores de la economía se observa con atención cómo funcionará este nuevo esquema, con la esperanza de que el resultado sea mayor agilidad y menos corrupción en los procesos burocráticos.

Hoy más que nunca, Ecuador necesita menos espectadores y más protagonistas. El gobierno ha sido claro y transparente al afirmar que los recursos públicos no alcanzan para cubrir las enormes necesidades sociales del país. El déficit fiscal es real, es inmenso, lo cual no sorprende porque llevamos varios años gastando mucho más de lo que tenemos.

Recortar el gasto público es una salida, generar más ingresos es otra, si se hacen las dos cosas al mismo tiempo el resultado podría ser magnífico. Y parecería que por ahí vamos encaminándonos. El SRI está cobrando impuestos que los ciudadanos que, con intención o sin ella, olvidaron incluir en sus declaraciones de los últimos cuatro años, por ejemplo el ISD. Paralelamente se crean nuevos impuestos, como aquel que grava la rentabilidad en la transferencia de acciones, o el proyecto de ley anunciado al cierre de esta edición para controlar flujos irregulares de capitales, que incorpora nuevos tributos a la distribución de utilidades.

En el otro lado de la moneda, como consecuencia de las últimas acciones del gobierno, vemos que el riesgo país se redujo y crece la confianza hacia Ecuador en el mundo. Las decisiones comienzan a parecerse más a políticas públicas que a disputas de poder, y si bien persisten desafíos estructurales en lo financiero, social y en seguridad, hay algo que no podemos negar, y es que hay un clima de confianza en el ambiente.

Las prioridades del país son tantas que claman reacciones por parte del sector privado que, afortunadamente, ahora entiende que es tiempo de actuar, de invertir, de asociarse con el Estado donde sea necesario, y de encontrar en el bien común una oportunidad para el crecimiento mutuo.

Si esto les sabe a poco, vamos con otra novedad que genera expectativas positivas: la banca privada duplicó, y en algunos casos triplicó, la colocación en créditos hipotecarios entre mayo y junio de este año, gracias a la reducción de tasas de interés al 7,5%. Señales así no pasan desapercibidas.

Si las lluvias están de nuestro lado, este puede ser un año excepcionalmente bueno.

¡Hasta la próxima!

Caridad Vela