Por Natalia Gandarillas

En tanto describía un fragmento de su intenso andar por el mundo de la arquitectura, desvió su rostro hacia la ventana. Mirando el paisaje natural y geográfico de Quito, hizo una pausa y me dijo: “No nací arquitecto, me hice arquitecto”. Volteó el rostro nuevamente y me soltó su mirada, cálida y humana. “Circunstancias de la vida me llevaron a hacer arquitectura, que la he entendido como un desafío personal, no como un culto a la personalidad” agregó.

Rafael Velez Calisto - Revista CLAVE! edición 105

Rafael Vélez Calisto

Rafael Vélez Calisto es uno de los grandes exponentes de la arquitectura en Ecuador y Latinoamérica. En sus más de 50 años de trayectoria ha recibido 16 Premios al Ornato otorgados por el Municipio de Quito, entre muchos otros. Entre sus obras más destacadas se encuentran icónicos edificios como el de Banco Holandés, Banco Popular, Banco Amazonas, Edificio de IBM, Conjunto City Plaza, Edificio Mantilla, Edificio Forum. Es así que en el año 2006, el Fomento Cultural Banamex, de México, publica “Arquitectos Iberoamericanos del siglo XXI” en el que se incluye la obra de Vélez Calisto. En 1982 fundó RVC Arquitectos de la cual forma parte su hijo Rafael Vélez Mantilla.

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Edificio IBM

Vélez Calisto nació en el Quito de 1942. Creció en uno de los barrios residenciales de la capital, La Mariscal. Describe su niñez y juventud con coloridos recuerdos que posteriormente marcaron su obra. Para entonces, el Centro Histórico era el motor de la ciudad, donde se concentraba la dinámica comercial y política de la urbe. El sur de Quito era territorio netamente agrícola y el norte de la ciudad llegaba hasta la Avenida Orellana.

El arquitecto recuerda la ciudad con gran afecto y la describe como “tranquila, con tráfico vehicular casi inexistente y un sistema de transporte público muy eficiente”. Menciona que en la zona de El Inca se situaba la Academia Militar Ecuador, donde cursó la secundaria, cuyos alrededores estaban cubiertos de plantaciones agrícolas y de flores. Desde ahí, “tomaba cada día el bus Tejar-El Inca, cuyo costo no superaba los cincuenta centavos de sucre, y donde compartía asiento con las señoras campesinas que cargaban cebollas y claveles para vender en el Centro”.

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Edificio Banco Popular – Ministerio de Educación

Vélez Calisto recuerda esta vivencia como una de las tantas experiencias que forjaron su sensibilidad como arquitecto. “Esta interacción me dio la oportunidad de percibir una ciudad más allá de la ciudad de la matiné del Teatro Bolívar o del Teatro Sucre, sino una ciudad en estrecha coexistencia con la ruralidad”. Asimismo, durante los veranos de su niñez pasó largos períodos de tiempo en la sierra central del Ecuador, en Chimborazo, donde su padre manejó una hacienda familiar, cuyas vivencias lo marcaron para siempre. El olor del campo, los paisajes, el clima, texturas, el color de la vestimenta de los indígenas y demás percepciones sensoriales, se constituirían en elementos claves reflejados en sus obras arquitectónicas.

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Edificio Corporativo Quito

Rafael Vélez Calisto estudió arquitectura en Ecuador por decisión de su padre. “Esa fue una visión muy acertada” agrega. Vélez Calisto está convencido de que la arquitectura está íntimamente ligada al paisaje natural y a las dinámicas y expresiones culturales de las localidades donde ésta se fragua, y para ello, es preciso conocer profundamente las raíces de su sociedad. Coincidencialmente, en los años 60 se une al movimiento creado por el profesor brasilero Paulo de Carvalho-Neto, quién forma el Instituto Ecuatoriano de Folklore.

Durante esta época comparte estudios de investigación con Oswaldo Viteri, Oswaldo Moreno, Jaime Andrade, Leonardo Tejada, entre otros notables artistas plásticos de Ecuador. Fue parte de la investigación sobre el Arte Popular de Ecuador, publicada en la década de los 60s. Asimismo, su genuino interés por el arte ha sido un acompañante permanente en su quehacer arquitectónico.

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Con toda esta riqueza cultural, los proyectos de Vélez Calisto han estado marcados por una fusión de texturas, formas y expresión plástica plasmados en armonía con el entorno, y rigurosamente desarrollados a nivel funcional, constructivo y con un alto nivel de desarrollo de detalle de cada proyecto. Todo esto, a partir de un minucioso estudio y conocimiento de la cultura y realidad local.

Para este prestigioso arquitecto sus obras son un todo armónico, donde convergen diversas inteligencias, habilidades y sensibilidades de quienes participan en su elaboración. “El arquitecto no puede construir sus obras solo, debe trabajar en equipos multidisciplinares”. Además, este grande de la arquitectura reconoce todo lo aprendido de quienes han trabajado con él. Se reconoce a sí mismo como un arquitecto arriesgado que no ha dejado de aprender en el camino.

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Torres Colón Guayaquil

Nos cuenta que poco después de graduado tuvo la oportunidad de llevar a cabo importantes proyectos en los que mantuvo una estrecha relación con los grandes constructores de esa época y de quienes aprendió muchísimo. Con el mismo valor, reconoce el gran aporte de la mano de obra de la construcción. “Aprendí de la gran sabiduría de los maestros mayores, quienes con profundo conocimiento empírico han participado de importantes resoluciones para muchos de los problemas que surgen durante el proceso constructivo, como Asensio Quinga; un verdadero ingeniero-arquitecto empírico”.

El interés por la empatía y respeto al ser humano son parte de la filosofía con la que el Arquitecto se orienta. Concibe a la arquitectura como un medio que posibilita la inclusión de las personas a la ciudad, un medio para democratizar el acceso a los espacios urbanos y para mejorar la calidad de vida de la gente. En este sentido, plantea que el gran reto de los arquitectos radica en forjar proyectos que respondan a la realidad y necesidades de las personas, y que no estén contemplados únicamente desde una visión meramente estética “para que la obra se vea bonita” menciona.

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Edificio Forum 300

Vélez Calisto plantea que es necesario entender cuáles son las dinámicas que se generan en los espacios públicos y cuáles son sus causas; mirar hacia la calle, los parques, al interior de los buses, los mercados, los barrios, entender la cultura de la gente y los procesos que la gestan. En tal sentido, el crecimiento de las ciudades, la disposición de edificios, de casas, de espacios públicos, el paisaje y demás elementos arquitectónicos debe ir acorde al pulso y ritmo de la urbe. Para él, el gran reto de un arquitecto es saber observar, escuchar y entender estas dinámicas para generar obras que se armonicen con estas y con el medio ambiente. “Los arquitectos estamos en el deber de hacer esta lectura”, menciona.

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Casa V

La época en la que este notable arquitecto empieza a desarrollar su obra se ve marcada por un importante hito histórico para el país: el boom petrolero en los años 70. A ojos de este arquitecto, dicho fenómeno implicó ciertos efectos negativos para el desarrollo de la ciudad. El primero, relacionado con un Estado que priorizó la realización de construcciones masivas en el norte de Quito, completamente disociadas a la concreción de proyectos que se inclinen a un crecimiento ordenado y armónico de la capital, y que, además, no participó a los notables arquitectos de la época.

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Por otro lado, un sur de Quito cuya tierra propicia para la agricultura se lotiza y se empieza a urbanizar. Lamentablemente, este crecimiento desordenado y sin sentido no ha parado. Resalta que en los últimos años el crecimiento desproporcionado se va hacia los cielos. “Nos ha entrado la locura de la altura” dice. “La altura no es una cualidad de la arquitectura, es una condición más y debe ser plasmada respetando el espacio urbano existente”. 

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Edificio Titanium Plaza

Para Vélez Calisto la arquitectura empieza a perder su esencia cuando se convierte en un elemento ajeno a la gente y se convierte en un bien de consumo. El indicador más claro de esto es la forma en cómo se concibe la vivienda hoy en día. “Antes la gente hacía su casa. Ahora la gente compra su casa” señala. Para Vélez Calisto, las dinámicas económicas y sociales están empujando a las personas a recurrir a espacios impersonales y de los cuales es difícil generar un sentido de apropiación. Sostiene que esto no sólo se observa en las unidades de vivienda sino también en la ciudad. “Cada vez menos personas caminan a la tienda de la esquina, a la frutería, al mercado. Cada vez más el comercio se concentra en un modelo importado de centros comerciales, que no hacen más que generar la anti ciudad”.

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Edificio RENAZZO PLAZA

Actualmente, “los arquitectos nos estamos olvidando de algo básico: nuestra obligación ética, moral y profesional de gestar espacios amables, proporcionales y continuos para no abrumar con shows arquitectónicos” señala. Para Vélez, la arquitectura debe nacer de la tierra donde es forjada, no debería ser comprendida como un molde que puede acoplarse a cualquier contexto. Y a su criterio, Quito tiene una riqueza invaluable en las fibras de nuestro legado histórico y cultural. “Basta con ver el Centro Histórico” dice. “La trama urbana, la línea de fábrica, proporcionalidad de las casas, la disposición de los zaguanes y los patios interiores, la amabilidad de la arquitectura con los transeúntes, los elementos decorativos, los balcones, la iluminación, entre otros. Todos estos son principios elementales que los hemos heredado y que están siendo abandonados y perdidos en la memoria de la gente”.

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Eurocenter Diursa

Vélez Casito señala que la sociedad actual va muy deprisa y no nos permitimos hacer “una pausa” para tomarnos un tiempo de reflexión y crítica constructiva. “Vivimos en un mundo acelerado y de permanentes cambios, donde hay mucho por descubrir pero también mucho por entender. No podemos permitirnos dejar de reflexionar, de evaluar y de cuestionar” menciona, mientras cerramos la entrevista con uno de los grandes de la arquitectura, quien nos ha compartido importantes reflexiones con esa sencillez y calidez humana que lo caracterizan.