Por Caridad Vela

Son ya algunos días que el país ha vivido un escenario de duelo compartido. Ha estado invadido por una desazón generalizada que nace de la impotencia de ver que Ecuador está en un drama que no merece. El luto aún flota en el ambiente porque supera afinidades políticas e ideológicas, porque toca corazones derrumbando esperanzas de un futuro de paz.

Esta experiencia nos endurecerá la piel. No hará que duela menos, hará que lo gestionemos mejor, porque la muerte compensa a los que seguimos vivos con la inspiración que nace de sentir intensamente, y eso despierta hasta al más lánguido ser humano. Llegó la hora de ese despertar, de pensar en nuestros hijos y nietos, porque nosotros somos parte de este presente y a ellos les espera un futuro que no buscaron.

¿Qué nos corresponde en esta situación? Luchar cada uno desde su trinchera, exponer la honestidad que llevamos en el alma, exhibir nuestros valores como si de trofeos se tratara, educar con ejemplo. Amar al prójimo como si su situación fuera la nuestra, porque abandonarlo a su suerte continuará dañándonos de manera irreversible. Es hora de mirar atrás y corregir errores sin lamentarse, sin echar culpas, asumiendo las propias.

Esta edición me ha llevado a distintos destinos para entrevistar a quienes protagonizan cada artículo impreso. Estuve en Manta el día que asesinaron a Augustín Intriago, en Samborondón cuando mataron al Jefe Policial de ese cantón, en Quito para vivir de cerca la trágica noticia de Fernando Villavicencio. No es así como quiero recordar el trabajo de estos meses.

Las páginas que leerán a continuación están llenas de personajes que contra viento y marea trabajan para vivir en un Ecuador digno. Ciudadanos que han empezado a experimentar una metamorfosis para recomponerse, superarse, para dejar de empujar en direcciones distintas y encontrar la luz del bien común. Recordaré esta edición por el valor, el esfuerzo y el trabajo que comparten los entrevistados como hábito en común, que si se contagia obrará milagros, y estamos en necesidad de recibirlos.

Vayan despacio al leerla, cada artículo merece la pena porque muestra de lo que somos capaces los ecuatorianos de bien.

Hasta la próxima!