Febrero – Marzo 2025
Verificar cómo la preocupación por la sostenibilidad invade cada uno de los espacios de nuestras vidas es gratificante. Ya no se trata solo de seguir una tendencia, es una necesidad ineludible que define el futuro de nuestras sociedades y del planeta.
En temas de construcción, arquitectura, decoración y desarrollo urbano, no es suficiente con ver estética en el entorno. Eso hay de sobra, pero lo hermoso pierde sentido cuando su origen o impacto genera destrucción. Por eso es tan importante entender la huella de los procesos que, por descuido o desconocimiento, llevamos a cabo diariamente dejando como estela un daño irreparable. Para que haya vida, la verdadera evolución radica en encontrar equilibrio entre lo funcional, lo estético y, sobre todo, lo sostenible.
Voces de gran relevancia dejan en estas páginas sus reflexiones para nuestros lectores. Henry Yandún afirma que el 41% de la generación de huella de carbono en el planeta corresponde a la construcción, “y no es porque los constructores hagamos mal nuestro trabajo, sino porque todo lo que hay a nuestro alrededor es construcción. La calle que transitamos, el poste que sostiene la luminaria pública, las casas, la fabricación de materiales que usamos para esta industria y todo lo que nos rodea, es construcción.” Su observación nos enfrenta a una realidad que a menudo pasamos por alto: la infraestructura que nos rodea no es neutral, tiene un costo ambiental que debemos reconocer y mitigar. No se trata de detener el desarrollo, sino de replantearlo con una visión más consciente.
En ese contexto, Verónica Reed nos comparte una gran reflexión: “las mejores prácticas de hoy deben ser las prácticas estándar del mañana”. En otras palabras, la innovación en sostenibilidad no debe quedarse en la categoría de alternativa o lujo, sino convertirse en la norma. ¿Cuántas veces hemos visto avances tecnológicos y conceptuales que tardan años en ser adoptados masivamente? La sostenibilidad no puede permitirse ese lujo de espera. La urgencia del problema nos exige transformar lo excepcional en lo habitual, sin excusas.
Por otro lado, Victoria Chiriboga señala que “los ecosistemas naturales, cuando se les da la oportunidad, buscan restaurar su equilibrio de manera orgánica, mientras que los sistemas humanos a menudo se resisten al cambio, incluso cuando es evidente que el modelo actual no funciona.” Esta es quizás una de las reflexiones más duras y certeras de esta edición. La naturaleza posee una inteligencia inherente que le permite regenerarse, mientras que nosotros, con todo nuestro conocimiento y tecnología, persistimos en modelos que nos perjudican. La resistencia al cambio no solo es irracional, es autodestructiva.
La buena noticia es que podemos, y debemos, responder de manera activa a estas preocupaciones. Carolina Proaño revela una estrategia para compensar la huella de carbono que dejan nuestras actividades: “un token que cuesta $16 por tonelada capturada por año, que utiliza tecnología blockchain para garantizar transparencia, trazabilidad y autenticidad de los recursos que recauda, para asegurar que las acciones de mitigación de carbono sean verificables y seguras”. Esta propuesta nos muestra que la tecnología, cuando se usa con propósito, puede ser una poderosa aliada de la sostenibilidad. Ya no podemos hablar solo de buenas intenciones, es momento de acciones concretas, medibles y eficientes.
Con este pequeño abreboca les entrego este Especial de Sostenibilidad y comparto con ustedes mi personal reflexión: no basta con reconocer los problemas, debemos asumir la responsabilidad de solucionarlos. Espero que estas páginas sirvan de inspiración y se conviertan en un llamado a la acción. Ese es el efecto deseado.
Hasta la próxima!
Caridad Vela