Reducto de la espiritualidad quiteña

Por: Gabriela Burbano A.

Cruzar el portal metálico de ingreso a la plazoleta de la Iglesia y Convento del Carmen Alto es suficiente para transportarse trescientos años atrás, cuando ese mismo piso de piedra y anchas paredes blancas albergaban en su interior a las religiosas de la comunidad Carmelita Descalza de Quito, que hoy continúan existiendo, llevando una vida dedicada a la contemplación como desde su nacimiento en el año 1653.

La diferencia es que desde 2013 una parte de este monasterio -los dos claustros más antiguos- se adecuaron con fines museológicos, para que el público conozca de cerca el arte religioso custodiado por las hermanas Carmelitas durante centenas de años, y puedan aproximarse a la historia y vida cotidiana de esta comunidad religiosa, y de la Santa Mariana de Jesús, cuya casa natal acogió a esta Orden después de su llegada de Lima en el siglo XVII.

El recorrido inicia en el zaguán donde se encuentra el torno, una pequeña ventana giratoria de madera a través de la cual la religiosa asignada establece contacto con el mundo. Desde allí ella recibe peticiones, limosnas, donaciones y noticias. También despacha pedidos de los productos elaborados al interior del monasterio que son vendidos al público para contribuir a su mantenimiento.

Desde este punto se visitan más de dos decenas de salas, en algunas de las cuales se recrean los espacios que ocupan las religiosas, y se explica cómo transcurre su vida diaria que está guiada por la Regla de la Orden fundada por Santa Teresa de Jesús en 1562.

Uno de estos espacios es el locutorio, o lugar de visitas, donde las Carmelitas recibían a sus familiares. Sus paredes están cubiertas por inmensas obras del reconocido pintor Víctor Mideros en las que a través del impresionismo y el simbolismo se muestra a una Santa Mariana de Jesús distinta.

Más adelante se accede al patio central, antigua huerta de la casa de Mariana de Jesús, donde se aprecia una pequeña campana empotrada en la esquina. Aquí, el visitante conoce sobre el voto de silencio al que se han comprometido las Carmelitas, y entiende cómo, a través de un código de toques y repiques, se comunican las internas.

En este mismo patio se encuentra “El Rincón de la Azucena”, lugar en el que según los relatos, la india Catalina, amiga y confidente de la santa quiteña, depositó la sangre que Mariana perdió durante una enfermedad, y de la que después de su muerte habría brotado la milagrosa flor que le mereció el apelativo de “Azucena de Quito”.

A lo largo de los corredores se aprecian detalles decorativos originales como las puertas de madera y los murales recuperados, desde allí se accede a otras salas en las que se exhiben exquisitas obras pictóricas y escultóricas, y se muestran excavaciones que evidencian los estilos constructivos de las casas (chocoto, cangagua, etc.), sobre las que el monasterio fue creciendo paulatinamente.

Cruzando un zaguán se llega al patio principal de la que fuera la casa de Mariana de Jesús, y desde allí se accede a la cocina, espacio destinado a rescatar la memoria culinaria de Quito, nutrida con potajes como el puchero (sopa elaborada con carnes, frutas y granos), dulce de higos o empanadas.

Subiendo por la escalinata principal se admira el primer cuadro adquirido por la Orden a su llegada a la Real Audiencia de Quito, y se prosigue con el recorrido de salas que albergan más obras de arte quiteño y recreaciones de otros sitios representativos de la vida conventual.

El antecoro y el coro alto, donde fue la habitación de Santa Marianita, son espacios que las religiosas utilizan para prepararse antes de la Eucaristía y desde los que se admira el interior de la iglesia. Aquí también se exponen objetos que pertenecieron a la santa quiteña, y lo mismo sucede en la sala capitular. Para concluir el recorrido se ingresa a la sala donde se conservan una serie de cuadros alusivos a la vida de María, y un espléndido conjunto escultórico que representa la Dormición de la Virgen.

Unas pocas salas de la parte alta del monasterio se destinan para la exposición de muestras temporales interactivas, que buscan cautivar al público y aportar con conocimientos a la formación de grandes y chicos. Hasta diciembre de este año estará la muestra “Yo, Cervantes” a propósito de la conmemoración de los 400 años de la muerte del escritor español.

Además de los recorridos guiados tradicionales, el Museo del Carmen Alto ofrece recorridos teatralizados exclusivamente bajo reserva, para grupos de mínimo 15 personas. Adicionalmente pone a disposición de los visitantes la Tienda del Monasterio, donde las Hermanas de la Orden de Carmelitas Descalzas ofrecen artesanías, confitería, imaginería religiosa, entre otros productos.