Por Gabriela Paz y Miño

Seny es una palabra catalana que podría traducirse como “cordura”, “sensatez” o “sentido común”. También como prudencia o buen juicio. Al seny se lo invoca para las finanzas, política, educación, relaciones humanas. En fin, en casi todo aspecto de la vida cotidiana de los catalanes, el seny es una virtud muy valorada. Y la arquitectura, por supuesto, no es la excepción.

  Masías Catalanas - Revista CLAVE!     Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

Si hay un tipo de edificación históricamente concebido y construido con seny, es la tradicional masía catalana. Los grandes y antiquísimos caserones –muchos de ellos de origen medieval- que se pueden apreciar sobre todo en las zonas rurales de Cataluña, son la materialización del sentido común, practicidad y sencillez, que asignan a cada espacio una utilidad específica y privilegia lo funcional sobre lo puramente estético.

Un viajero que recorra este territorio podrá apreciar estas imponentes edificaciones de piedra en laderas y campos, rodeadas de grandes extensiones de tierra cultivada, o cubiertas de hiedra, a filo de carretera, sobreviviendo al paso de los siglos y al cambio de los tiempos. Las tradicionales viviendas rústicas catalanas son dueñas de una enigmática belleza, que radica precisamente en su sencillez, su lógica utilitaria y su austera elegancia.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

La casa del pagès (campesino) catalán es la heredera directa de la villa romana, cuya estructura evolucionó y se adaptó a nuevos tiempos y necesidades. Estas viviendas, epicentros de la actividad económica de la zona rural, estaban rodeadas de grandes campos de cultivo. Sus propietarios las construían con el material más próximo: piedra sin pulir, madera, tierra, ramaje, estacas, fango (después sustituido por cemento o cal), además de tejas y baldosas. Sus acabados y dimensiones dependían de la situación económica de los dueños.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

Las masías-heredadas, de generación en generación por el hijo mayor de la familia: el “hereu”-, generalmente contemplaban tres crujías paralelas y tenían dos o tres plantas. En la primera planta estaban los establos, los talleres, las bodegas, los pajares, los almacenes para las herramientas, el lagar: espacio destinado a pisar la uva para hacer vino, prensar la aceituna o elaborar aceite y sidra. También la cocina, muchas veces separada en un ala lateral para evitar incendios. Por la escalera que solía estar al fondo de un zaguán se subía al segundo piso, que era el espacio habitable, en donde se ubicaban los grandes dormitorios y un salón, que también se usaba como comedor o espacio para celebraciones. Arriba, si había tercer piso, estaba el granero y algún trastero.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

Las masías más antiguas tenían ventanas pequeñas para combatir el frío. Algunas estaban rodeadas por muros exteriores o torres, que cumplieron, en su momento, funciones de vigilancia para prevenir el pillaje. Su estructura permitía ampliaciones paulatinas y su ubicación tampoco era arbitraria: estaban cerca de alguna fuente de agua y en zonas con tierras cultivables. Sus puertas, cubiertas con arcos de piedra labrada, se orientaban hacia la salida del sol. Así, cada espacio y cada elemento tenía una utilidad específica y concebida para obtener la mayor rentabilidad o aprovechamiento. Toda la distribución estaba hecha con lógica. Con seny.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

NUEVOS USOS QUE RESPETAN EL ENCANTO ORIGINAL

Con el paso del tiempo y los cambios de formas de vida, con el influjo de la industrialización y la urbanización de zonas rurales, mucha gente dejó el campo y numerosas masías quedaron abandonadas. En otros casos, los propietarios murieron y los herederos, que ya habían cambiado de estilo de vida, dejaron a los masovers (trabajadores contratados) el encargo de explotar la tierra y mantener las casas.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: www.gloriaduranarquitecte.com

El austero esplendor de las antiguas viviendas rurales se convirtió en una reminiscencia nostálgica. Algunas masías quedaron ocupadas parcialmente y otras se convirtieron en segundas residencias, que, aún hoy, abren sus puertas solo en época de verano o días de fiesta, cuando sus dueños vuelven de la ciudad para disfrutar de las vacaciones.

Sin embargo, de la mano del creciente gusto por el turismo rural y la revalorización de la vida de campo, estas edificaciones han encontrado una “segunda oportunidad”. Con complejos trabajos de rehabilitación, cuyo principal reto es mantener su espíritu original, innumerables masías se han reconvertido en lujosos o rústicos hoteles rurales y centros para eventos, en los que se organizan bodas y otro tipo de celebraciones.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: Libertad Digital

Basta poner en Google la frase: “turismo rural en Cataluña”, para que aparezcan cientos de ofertas de encantadoras casas campesinas, reconvertidas en hoteles o restaurantes con jardines, grandes salones, terrazas iluminadas, piscinas, spas y hermosas fachadas restauradas. Estructuras originales que dentro de los muros de piedra revelan un interiorismo contemporáneo, con espacios iluminados con suavidad, rejuvenecidos con colores intensos, abrigados con alfombras o tapices, y promocionados por sus esplendorosas vistas, su entorno tranquilo, y la historia que cuentan sus gruesas paredes.

Masías Catalanas - Revista CLAVE!Foto: El Mueble

Uno de los estudios de arquitectura más conocido en Barcelona por su trabajo de rehabilitación e interiorismo de antiguas masías es el de Gloria Durán. Su consigna es la “arquitectura con emociones”, y ese es el principio que imprime en sus intervenciones a las viviendas rurales tradicionales. En su página web se pueden observar ejemplos de un trabajo de rehabilitación que toma riesgos, cuidando a la vez el detalle. Su objetivo es “potenciar y devolver la esencia” a estas casas llenas de historia. Para ello, se refuerzan estructuras y fachadas, se recupera el esplendor de los muros de piedra originales y los techos con vigas de madera y teja.

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Foto: www.selected-property.es

Otro de los elementos en los trabajos de rehabilitación de las masías, que destacan este y otros estudios arquitectónicos, es la conjugación de la concepción original con nuevos criterios de confort y sostenibilidad. La labor pasa por transformar las enormes viviendas en sitios más cálidos, aislando térmicamente sus cubiertas, su suelo, y reforzando sus cristales con doble lámina, añadiendo una chimenea en el rincón perfecto, reemplazando un muro por un ventanal de techo a suelo, instalando sistemas de climatización…

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Foto: www.masiesemporda.com

El reto más complejo es la reparación del viejo “esqueleto” (tuberías dañadas, carpintería original) y la accesibilidad, que muchos proyectos resuelven añadiendo escaleras en sitios estratégicos o eliminando muros, para hacer más grandes ciertos espacios interiores. La iluminación juega un papel muy importante: allí donde había rincones vacíos se colocan lámparas de pie o luces indirectas, generalmente con sistema LED. Además, hay que renovar y rediseñar los patios abandonados hasta convertirlos en hermosos jardines con piscinas, espacios de descanso o socialización, spas, salas de juego, etc.

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Foto: Shutterstock

La consigna es lograr un balance entre el antiguo concepto meramente funcional y las necesidades de confort, ornamentación y servicios que requiere un lujoso centro de eventos o un hotel para una escapada rural. Al parecer, los arquitectos catalanes lo están logrando con éxito. El repunte del turismo rural lo demuestra. Las reservas para este tipo de hoteles van en ascenso y cada vez más municipios otorgan permisos a los propietarios de viviendas históricas para que las rehabiliten y les den nuevos usos. De esa forma, se recuperan las casas, producen ingresos para sus dueños y promocionan las localidades. Todo hecho con lógica. Con sentido común. Con seny.