Por: Andrés Sebastián León

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Ángela Carter, periodista y novelista británica, dijo que Londres es un hombre y París una mujer. Con esto afirmaba que las mejores ciudades del mundo tienen personalidad femenina y las no tan agraciadas y frías, masculina. Cuenca sin duda es una mujer que danza en los Andes a diario, celosamente cuidada por sus habitantes, guardianes de su belleza. Varias son las formas de poder contar una historia, de guardarla; los Anticuarios de la calle Hermano Miguel son contadores de historias mediante sus objetos.

Una casa con fachada de piedra tiene una pequeña puerta de madera que da a la calle Hermano Miguel, a sus lados, mostradores exhiben plata antigua, porcelana china y muchas cosas más. Esta es la entrada a un lugar que guarda pequeños mundos, desde una espada hasta la primera campana utilizada por los bomberos de la ciudad. Oswaldo Jiménez afirma que todos los seres humanos tenemos inquietud por algo, y así aprendió el oficio de anticuario, por su profunda afición a coleccionar.

La Casa del Coleccionista “El Arcón” tiene 25 años de existencia. Durante todo ese tiempo ha guardado vajillas antiguas, figuras religiosas, Budas, monedas, cuadros, relojes, planchas de carbón, cuadros, tocadiscos, sotanas… No todos los objetos que se venden son patrimoniales, sin embargo, cuentan pequeños detalles de la cotidianidad de Cuenca en tiempos pasados. Su colección de discos de vinilo da muestra de ello, supera los diez mil, que van desde el Revolver de los Beatles hasta el concierto de un joven José José. Todo objeto lleva consigo una carga histórica y estética, afirma Jiménez, por eso el anticuario busca características únicas en las cosas que compra para vender.

La numismática es su especialidad: colecciona monedas y billetes que datan de la época republicana del país, teniendo en su poder un billete de 500 Sucres del año 1941, que hoy puede llegar a costar dos mil dólares.

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A cuadra y media de “El Arcón”, en la esquina del monasterio de las Madres Conceptas, sobre la calle Presidente Córdova, se encuentra “Galería Artes”, un espacio que fusiona antigüedades y obras de artistas plásticos contemporáneos. Galo Durán, propietario del lugar, lleva 23 años en el oficio de anticuario, vendedor de artesanías y pinturas. Una exposición de la Obra de Alejandro Beltrán Lazo se mezcla con figuras de Cristo crucificado, calvarios, niños, ángeles y arcángeles que recuerdan nuestra tradición católica y la maravillosa herencia de la Escuela Quiteña.

Los anticuarios son personas de pasiones, porque es la única forma de mantenerse activo en este oficio. La fascinación por estar rodeado de figuras únicas todo el día, es lo que hace a Galo Durán levantarse por las mañanas y ser feliz, aunque pasen semanas o meses, sin lograr vender, sin querer vender nada.

Diagonal a Galería Artes se encuentra Grupo “El Monasterio”, que se conforma del Museo de la Identidad Cañari, la galería de arte El Monasterio, y el centro cultural Gaspar Sangurima. Presta servicios de asesoramiento técnico en Arqueología Cañari e Inca, escultura y pintura ecuatoriana colonial y republicana, y también expone y vende arte contemporáneo, artesanías religiosas, y por supuesto, antigüedades.

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Fernando García y Gyna Freire de García, son los que empezaron hace 28 años este proyecto. Su mayor motivación para la creación de este espacio, fue el de conservar y transmitir la historia de las culturas ancestrales, que habitaron la zona geográfica actual de la ciudad. Un museo temático, que guarda piezas de la cultura Cañari de hace más de cuatro mil años, es el método con el que tratan de lograr su objetivo. Bajo ese principio, su especialidad en antigüedades son objetos con características etnográficas, que van desde una pluma hasta la rueda de una carrosa de mediados del siglo XX, todas a la venta.

La obra de Edgar Carrasco, Enrique Tabara, Manuel Rendón, Luigi Stornaiolo, y del ceramista Fausto Bravo se exhiben en este espacio, convirtiéndose en paso obligado en Cuenca para los que gustan del arte contemporáneo. En esta casa patrimonial de dos pisos, es fácil perderse entre sus angostos corredores llenos de historia y cultura, el aroma que desprende cada objeto deja sentir nostalgia por épocas pasadas. Este es un lugar al que hay que dedicar un momento de nuestra vida, o por lo menos, de nuestro paso por Cuenca.

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Cuenca de los Andes, como cualquier otra ciudad, tiene su lado canalla, pero es innegable que predomina su belleza, guardada en los pequeños detalles que ofrecen a propios y extraños estos espacios de antigüedades y arte, que logran mantener su existencia gracias a la mística y encanto de sus dueños por lo que hacen, por su oficio, que es de lo más raros del mundo; pero que en esta ciudad de adoquines y paredes de barro se fusionan perfectamente, reuniendo dos mundos, el de lo nuevo y lo antiguo.

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