Una mirada Internacional
Nataly Arévalo es una arquitecta ecuatoriana especializada en la prevención del delito a través del diseño ambiental. A la par, es investigadora y consultora. Actualmente desempeña un rol en una municipalidad de Melbourne, Australia, como especialista en seguridad comunitaria y urbana.
Su labor se refleja de distintas maneras. Nataly es parte de equipos multidisciplinarios municipales en evaluaciones CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design), de edificios y espacios públicos con problemas de seguridad, atiende inquietudes de la comunidad, colabora con la policía local y asesora a los equipos de infraestructura y diseño para incorporar criterios de seguridad desde la etapa de viabilidad, diseño arquitectónico y evaluación post-ocupacional.

Nataly Arévalo / © Leah Holscher
Además, desarrolla consultorías en Ecuador y Australia. Un ejemplo reciente es un proyecto residencial en Quito, actualmente en construcción, que integra principios de esta metodología. Confía en que los resultados se reflejen en una vivienda más segura, libre de enfoques de arquitectura hostil, y en la satisfacción del cliente. Paralelamente, se mantiene activa en investigación científica y en el ámbito académico, participa en conferencias, genera redes de colaboración y se mantiene al día con nuevas publicaciones.
¿Cómo llegaste a especializarte en la prevención del delito aplicada al diseño?
Desde Quito hasta Shanghái y luego Australia, mi curiosidad siempre se ha enfocado en comprender cómo influye el entorno en lo que sentimos, pensamos y en cómo actuamos. Durante mis años de formación como arquitecta en la Universidad San Francisco de Quito, diseñé un Centro Deportivo Integral que dialogaba con el paisaje andino. Allí nació mi interés por vincular el bienestar físico y psicológico con la arquitectura.

Parque acuático Tumbalong – Darling Harbour, Sídney / © Nataly Arévalo
¿Qué pasó después?
Más tarde, durante mi formación como Magíster, en Shanghái, investigué los hábitos sostenibles de los oficinistas en el icónico rascacielos verde Jin Mao y colaboré con el Council on Tall Buildings and Urban Habitat en proyectos similares. Allí comprendí que, aunque existan estándares ambientales, de poco sirven si no logran considerar la conducta y las necesidades de los usuarios de los edificios verdes. Con esa convicción emprendí un doctorado en Australia, enfocándome en analizar cómo ciertos estímulos del diseño pueden generar respuestas negativas, como el temor al delito, percepción de inseguridad, entre otras; y cómo gestionar el entorno físico para mejorar la seguridad, aplicando la metodología CPTED.
¿Por qué CPTED es clave para hablar de diseño urbano y arquitectónico seguro?
Porque es una metodología multidisciplinaria que busca prevenir el delito y reducir el temor al delito mediante la evaluación, planificación y gestión de los entornos naturales como de los construidos. Se trata de una norma ISO 22341:2021 titulada Seguridad y resiliencia – Seguridad protectora – Directrices para la prevención del delito a través del diseño ambiental, estrechamente vinculada a la ISO 31000 sobre gestión de riesgos. Su propósito es ofrecer un marco estandarizado para que la evaluación, los procesos y las estrategias de implementación se apliquen con rigurosidad en distintos contextos.

Nataly Arévalo / © Leah Holscher
¿Cuál es el enfoque?
Se apoya en principios como la vigilancia natural, el control de accesos, el refuerzo territorial, la imagen y el mantenimiento del espacio, así como el soporte a las actividades comunitarias. Lo innovador de CPTED es que no se limita a reaccionar frente al delito, sino que propone una acción preventiva e integrada, que busca influir en el comportamiento humano, reducir las oportunidades delictivas y, al mismo tiempo, elevar la cohesión social y la calidad de vida.
¿Qué lecciones podemos extraer del contexto de Melbourne para aplicar en Ecuador?
Melbourne funciona como un verdadero laboratorio urbano en materia de seguridad. Desde esa experiencia, destaco dos aprendizajes que pueden inspirar y aplicarse en ciudades de Ecuador. La primera es que los gobiernos locales integren el enfoque CPTED en planes de desarrollo, evaluaciones de barrios, espacios públicos y zonas conflictivas. La clave está en pensar la seguridad desde el diseño y en áreas ya consolidadas, para abordar los problemas de manera participativa junto con la comunidad.

Parque acuático Tumbalong – Darling Harbour, Sídney / © Nataly Arévalo
¿Por ejemplo?
En Melbourne se impulsan renovaciones urbanas en callejones percibidos como inseguros y se generan nuevos espacios de encuentro, diálogo y participación ciudadana en parques, a través de iniciativas como MPavilion. Este programa invita cada año a arquitectos de renombre a re-imaginar el espacio mediante la instalación temporal de pabellones. Estas intervenciones no solo dinamizan la vida en el espacio público, sino que también fortalecen el bienestar comunitario y contribuyen a reducir la sensación de inseguridad.
¿El segundo aprendizaje?
Entender que la seguridad va mucho más allá de la presencia policial, de instalar cámaras de seguridad o de reforzar las viviendas con más rejas. Se trata de un esfuerzo colectivo que exige coordinación entre instituciones y una mirada estratégica e innovadora. En países como Australia, la seguridad comienza en las políticas públicas que fomentan ciudades activas las 24 horas de los 7 días de la semana. Ejemplo de ello son iniciativas como la certificación Purple Flag, un programa que reconoce y celebra los precintos nocturnos vibrantes, diversos y seguros.
Parecería que está pensado solo para adultos…
De ninguna manera. Otro ejemplo inspirador es la creación de espacios intergeneracionales donde conviven niños, jóvenes, adultos mayores y distintos grupos sociales. Estos proyectos identifican intereses comunes y promueven la convivencia en escenarios antes impensados: desde parques de skate compartidos con adultos mayores, hasta plazas donde el agua se convierte en un recurso lúdico y recreativo. Además de generar vínculos humanos, estos elementos aportan frescura urbana y ayudan a mitigar los efectos del cambio climático. Estas experiencias muestran que la seguridad también se construye a través de la cohesión social, el encuentro intergeneracional y la capacidad de diseñar ciudades que invitan a compartir en lugar de separar.

MPavilion 10 Diseño de Tadao Ando / © Nataly Arévalo
¿Cuáles son los desafíos más recurrentes al hablar de seguridad y diseño?
Los desafíos varían según el contexto social, geográfico, cultural y económico, pero existen patrones que se repiten. Uno de los dilemas más evidentes es la tensión entre seguridad, estética e impacto ambiental. Ante la inseguridad, la respuesta habitual es instalar más luminarias, sin embargo, estudios como Globe At Night muestran que la contaminación lumínica crece un 9,6% cada año y que el brillo del cielo nocturno se duplicará en menos de ocho años. Esto altera ecosistemas, afecta la salud, desperdicia energía y agrava el cambio climático. El reto es definir cómo, dónde y con qué intensidad iluminar para garantizar seguridad sin sacrificar sostenibilidad ni estética.
¿Qué otros desafíos encuentras?
Evitar la arquitectura hostil, con elementos que excluyen y deterioran el espacio público: bancas con apoyabrazos intermedios, superficies incómodas o formas que impiden recostarse. Estas prácticas contradicen el Derecho a la Ciudad propuesto por Henri Lefebvre en los 60, que defiende acceso igualitario a los beneficios urbanos, y también chocan con derechos humanos básicos. El verdadero reto es diseñar ciudades que prevengan el delito sin sacrificar inclusión, bienestar, ni el derecho ciudadano al espacio compartido. Para mí, lo más valioso es generar estrategias sutiles, casi imperceptibles, que dificulten la acción delictiva sin caer en soluciones hostiles.

Ejemplo de mobiliario urbano hostil / © Nataly Arévalo
Son problemas de carácter global…
Los problemas de percepción de inseguridad, convivencia y calidad de vida en la ciudad no son exclusivos de un país o una región. América Latina, Europa, Oceanía o Asia enfrentan realidades diferentes, pero todas persiguen el mismo objetivo: crear entornos donde las personas puedan vivir, desplazarse y relacionarse sin temor. Mirar la seguridad desde una perspectiva internacional permite comparar experiencias, aprender de aquello que funciona y adaptar soluciones a cada contexto. Este enfoque revela que las respuestas deben ser preventivas, inclusivas, humanas y fomentar la sensación de comunidad.
¿Conclusión?
Estoy convencida de que CPTED, por ser un marco flexible, puede convertirse en un lenguaje común para construir ciudades más seguras en cualquier lugar del mundo. Y no debemos olvidar que la seguridad urbana no se limita a la ausencia de delito, también es confianza, bienestar y cohesión social.
