Artículo Revista El Caballo de ANCCE ( Real Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española)

El caballo ha protagonizado el arte desde sus orígenes. Hay restos de arte rupestre en todas las civilizaciones, excepto en la América precolombina, pues los españoles no lo introdujeron hasta el siglo XVI.

La fascinación por el caballo comenzó en la Prehistoria y continuó en el Antiguo Egipto, Mesopotamia, Grecia, Roma, las antiguas dinastías chinas, la Edad Media, el Renacimiento, el Barroco, el Romanticismo, el Impresionismo, el Arte Moderno… hasta la actualidad. Ha sido protagonista de pinturas y esculturas; decorado cerámica, frontones de templos egipcios, griegos… y ha sido representado con múltiples formas y estilos. En el campo de batalla, como exhibición del poder de emperadores, reyes y militares; escenas de caza y deportivas…

El 30 por ciento de las figuras de los restos murales primitivos son de equinos, como se aprecia en las pinturas rupestres de Lascaux (Francia,) las más antiguas del mundo en las que está representado el caballo. En el Antiguo Egipto, está presente en estelas, jeroglíficos, relieves… en escenas de guerra tirando de un carro, con dioses a sus lomos, etc.

Los artistas clásicos griegos lograron un mayor refinamiento de la figura del caballo por sus estudios sobre su anatomía y la escultura ecuestre alcanzó su máximo apogeo. La primera representación griega de este animal es del 1600 a.C., mientras que un célebre ejemplo del arte equino griego fue el conjunto que acompañaba al Auriga de Delfos, del que apenas se conservan fragmentos.

Durante la época romana cobraron gran relevancia las figuras ecuestres de los emperadores para ensalzar su figura, aunque también encontramos caballos en arcos de triunfo, mosaicos, cerámicas… En Roma se conservan los arcos de Tito, de Septimio Severo y de Constantino.

El caballo también está presente en el arte chino. Han Gan (961–975) fue un importante pintor de caballos de la dinastía Tang y es famoso el ejército de terracota de Xi’an del primer emperador Quin Shi Huang (259-210 a.C.), declarado Patrimonio de la Humanidad.

Durante la Edad Media, la construcción de catedrales y el arte religioso dejaron poco espacio a otras expresiones artísticas. Sin embargo, hay algunas esculturas ecuestres, como la del emperador Otto I.

Retratos de caballos, identidad artística

Desde mediados del siglo XV, el caballo vuelve a ser una fuente de inspiración artística y el retrato equino alcanza la categoría de género pictórico. Artistas renacentistas, como Da Vinci, Durero, Rafael o Tiziano, y barrocos, como Rubens, van Dick o Velázquez, lo utilizan como símbolo de poder de los reyes. El pintor español es autor de la obra El príncipe Baltasar a Caballo, Felipe IV, a caballo, y La Rendición de Breda, que representa un importante momento histórico, la victoria del Ejército de Felipe IV sobre los Países Bajos. Los equinos robustos que retrató Velázquez recuerdan mucho a los caballos de Pura Raza Española.

Durante el Romanticismo, las carreras de caballos estaban de moda en los hipódromos y en el arte. George Stubbs (1724-1806), conocido como “el pintor de los caballos”; Théodore Géricault (1791-1824) y Edgar Degas (1834-1917) fueron los mejores “fotógrafos” de estas escenas.

La obra de Géricault influyó en los impresionistas, como Manet, Moreau o Toulouse-Lautrec; y Stubbs fue el referente del pintor Alfred de Dreux, quien rescató la corriente ecuestre del Siglo de las Luces (siglo XVIII) y retrató a caballo a la familia de Napoleón III y su entorno.

El arte equino llega hasta el siglo XIX con el ascenso de la burguesía y la popularidad de las carreras de caballos. Jean Béraud pintó escenas costumbristas parisinas en las que el animal está muy presente, como en el cuadro Rotonda en los Campos Elíseos, de 1880.

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, el arte también se fija en los caballos al otro lado del Atlántico. Frederic Remington (1861-1909) plasmó la vida del Oeste americano en sus cuadros y dejó constancia del drama del equino en sus esculturas.

El caballo también está muy vivo en la obra de Picasso de todas sus etapas, de hecho, es el animal más representado. Caballo alado, El Caballo y el Toro y el Guernica son algunas de las obras en las que inmortaliza a este noble animal.

La fotografía irrumpe a finales del siglo XIX y fue clave para que los artistas conocieran el movimiento del caballo y lo plasmaran mejor en su arte. Eadweard Muybridge desveló que los equinos vuelan en la fotografía que realizó por encargo del exgobernador de California, Leland Stanford, en 1878.

El gran pintor de los caballos contemporáneo se llama André Brasilier. Los equinos fueron su fuente de inspiración juvenil y siguen siendo una de sus primeras motivaciones, pues los considera “símbolos de divinidad”.

Cécile Zahorka, Tomy Stromberg, Wiebke Haas o Andrius Burba son cuatro fotógrafos actuales que rescatan el caballo como modelo para el arte.

No hay que olvidar que el cine es también arte y que ha habido caballos que han hecho historia. Son innumerables el número de películas que se han fijado en este compañero del hombre desde tiempos inmemoriales, que desde la Prehistoria ha sido trabajador incansable, arma de guerra, símbolo de poder y laureado deportista.

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